CÓMO SOMOS; CÓMO SEREMOS

“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra” (Salmo 8:3-5).
 
Lectura: Salmo 8:1-9.
 
            En el principio estaba Dios: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas” (Juan 1:1, 2). “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Gen. 1:1, 2). Estaba Dios, Dios Padre, el Verbo y el Espíritu de Dios. Dios era completo, y Dios moraba en la eternidad donde todo estaba ya hecho. Aquí es donde nuestro idioma, basado en los tiempos de los verbos, ya falla, porque Dios vive fuera del tiempo. Cualquier cosa que digamos al respecto no puede ser exacta porque nuestra mente no está capacitada para explorar lo que esto puede significar. Lo que sí que nos ha sido revelado es que Cristo siempre ha sido crucificado“el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Ap. 13:8). “…la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo…” (1 Pedro 1:19, 20). Los designios de Dios son tan eternos como Dios mismo, porque no existe el tiempo en la esfera donde fueron hechos. Y también estaban nuestros nombres escritos en el libro de la vida (Apoc. 20:15; Heb. 12:23). En este sentido siempre hemos sido predestinados para salvación (Ef. 1:5), porque en la esfera donde habita Dios, nuestra salvación completa ya está efectuada y siempre lo ha sido. Y también está realizado todo el Programa de Dios.
 
            ¿Dónde vamos con todo esto? Que nos duele la mente al pensar en estas cosas, porque no caben en la cabeza. En términos humanos vemos tres etapas: En el principio estuvo Dios solo, luego Él hizo la Creación, y después habrá una nueva creación (2 Pedro 3:13 e Is. 65:17). En esta creación presente (para nosotros) ocupamos un rango un poco menor que los ángeles. Pero en la nueva creación vamos a ocupar un lugar más alto que ellos, según entendemos, porque vamos a juzgar a los ángeles (1 Cor. 6:3), y vamos a ser la Novia de Cristo (Ap. 19:7, 8), y reinaremos con Él (2 Tim. 2:12). Todo esto está a años luz fuera de nuestra comprensión. Si lo hemos entendido bien, Dios siempre había tenido esto en mente para el ser humano. Fuimos comprados con la sangre de Cristo (1 Pedro 1:19), porque Dios nos ha concedido un valor tan alto que no lo podemos comprender, y nos va a poner en un lugar tan alto que tampoco podemos comprenderlo. Todo lo que leemos en Efesios 5 acerca del matrimonio dice que es un ejemplo de Cristo y la Iglesia y que los dos son iguales, el hombre y la mujer. ¿Cristo y la Iglesia, iguales? Impensable. Reinar con Cristo, impensable. ¿Haber sido amados con un amor eterno (Jer. 31:3)? También incomprensible. ¿Y estar predestinados a ocupar un lugar tan alto en la escala de Dios como aquí leemos? Más allá de nuestra comprensión. Lo único que podemos intuir es que esta salvación es mucho más grande de lo que podemos imaginar: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él” (1 Juan 3: 2). Para esto fuimos creados. Hasta aquí llegamos. Y lo será, ni lo podemos empezar a imaginar. Donde la mente no llega, adoremos.


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