“Oración del profeta Habacuc, sobre Sigionot: Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia” (Habacuc 3:1-2).
Lectura: Hab. 1:1-11.
El profeta Habacuc estaba viviendo en un tiempo de enfriamiento espiritual. El pueblo de Dios se había apartado del Señor y no estaba viviendo una vida de santidad. Al contrario, no se conformaban a la Ley de Dios, había discordia entre hermanos, división y contienda, y prevalecían los más mundanos, los que se ajustaban a la sociedad mundana y no a la Palabra de Dios.
Dios estaba al tanto de la situación que describía el profeta, y aún más disgustado. El estado de su pueblo había levantado su ira y estaba a punto de castigarlos por medio de una guerra atroz en la cual sus enemigos iban a prevalecer.
Al enterarse de estas malas noticias el profeta temblaba y levantó la oración que encabeza nuestra meditación pidiendo que Dios avivase a su pueblo. Nosotros clamamos en circunstancias similares pidiendo lo mismo. El escritor del himno siguiente hace eco a la oración de Habacuc:
¡Avívanos, Señor!
Sintamos el poder
Del Santo Espíritu de Dios
En todo nuestro ser.
Coro:
¡Avívanos, Señor
Con nueva bendición!
¡Inflama el fuego de tu amor
En cada corazón!
¡Avívanos, Señor!
Tenemos sed de ti;
Las lluvias de tu bendición
Derrama ahora aquí.
¡Avívanos, Señor!
Despierta más amor,
Mas celo y fe en tu pueblo aquí
En bien del pecador.
El efecto del avivamiento es más amor, celo y fe en los creyentes, lo cual resultará en la evangelización de los que no conocen a Dios.
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