LA PERFECTA LEY

“El que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:25).
 
Lectura: Santiago 1:19-25.
 
Ayer estábamos hablando acerca del negativismo. Esta es una manera de pensar que condiciona el comportamiento de la persona que está esclavizada a esta manera de pensar. Decimos “esclavizada”, porque sus pensamientos automáticamente van por este derrotero. Ha pensado de esta manera durante tanto tiempo que para ella es normal, lo hace sin darse cuenta. ¿Cómo se sale de comportamientos fijos? Estamos esclavizados a estos comportamientos hasta tal punto que forman parte de nuestro carácter. ¿Cómo rompemos los malos hábitos?
 
Todos tenemos malos hábitos que practicamos. Hay muchos tipos. Algunos somos criticones; otros, perfeccionistas; otros, tardones; otros hablamos excesivamente; otros somos legalistas; otros comemos demasiado; otros siempre hablamos de nosotros mismos; otros siempre hacemos lo que queremos; otros tenemos un mal pronto. Santiago habla de la ira. Es una reacción automática, un comportamiento que esclaviza. ¿Cómo se rompe? ¿Y cómo se rompen estos otros comportamientos? Tomemos este ejemplo que el apóstol lo ha puesto. Dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra, no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (1:19-22).
 
Antes, los psicólogos pensaban que lo que cambia el comportamiento es la motivación, que, si la motivación es lo suficientemente fuerte, la persona cambiará. El legalista piensa que puede cambiar imponiéndose normas. Santiago, en cambio, habla de la “ley de la libertad”, es decir, la libertad para obedecer la ley, la libertad del pecado que esclaviza. ¿Cómo se consigue? Por la obediencia motivada por el amor. Un hábito es una conducta aprendida que se ha practicado tantas veces que se hace ya sin pensar. Se establece una “ruta neurológica”. Se rompe esta conducta empezando a practicar otro hábito y se establece otra ruta neurológica. Si se practica muchas veces, ya hemos aprendido otra conducta que sustituye a la primara. Esto es lo que la Biblia siempre ha enseñado y lo que los psicólogos ahora están descubriendo. Jesús nos ha hecho libres para establecer nuevas conductas por medio de la práctica. Este es el significado de “ser hacedores”. 

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