EL EVANGELIO DE JESÚS (2)

 

“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles” (Lucas 9:23-27).
 
Lectura: Lucas 9:20-23.
 
            Lo que estábamos viendo ayer es que Jesús tenía una conversación con los que ya estaban comprometidos con Él y otra con los futuros candidatos. A los que ya le seguían les dijo que sí que era el Mesías, pero que el Mesías tenía que morir para después resucitar. Pero, sorprendentemente, no quería que ellos difundiesen esta información a los “futuribles”. Ellos tuvieron que sopesar las ventajas y desventajas de seguir a Jesús antes de saber de su origen divino y el desenlace de su vida. El evangelio sí que es la buena nueva de Jesús, pero hay que contar el coste antes de poder adueñarse de las buenas nuevas.
 
Si uno quiere seguir a Jesús:
            Si uno quiere seguir a Jesús, el coste es muy alto, y lo tiene que asumir cada día. Tiene que negarse a sí mismo. Esto quiere decir que no puede gastar su vida buscando su propia felicidad y realización. Tiene que poner sus planes a un lado y vivir para la causa de Cristo. Tiene que estar dispuesto a morir por Jesús, si se presenta el caso. Y tiene que seguirlo, no solo creer en Él y en su programa, sino comprometerse, seguir su ejemplo, y sufrir como Él sufrió. Es la persona que firma este contrato el que se salvará. Jesús dijo que puede ser que pierda su vida por causa de Él, pero realmente salvará su vida eternamente. Participará en el Reino de Dios que es una sociedad perfecta, cosa que compensará con creces por todo lo que ha sufrido aquí. Este Reino será glorioso.  
 
Si uno no sigue a Jesús:
            Los que se guardan del sufrimiento implícito en seguir a Jesús pierden el alma. Aunque ganen todo el mundo, no vale la pena, porque será solo por un poco de tiempo. La persona que tiene vergüenza de declararse a favor de Cristo será rechazada por Él en el día final. Cuando venga Jesús en su gloria y la gloria del Padre, no tendrá ninguna parte en el Reino de Dios. Ya habrá tenido todo su disfrute y todas sus riquezas y toda su fama en este mundo, y éstas acabarán con la muerte, para encontrarse fuera de las riquezas y las glorias eternas del Reino: “Pero os digo la verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios” (9:28). El Reino viene pronto.  
 
            Alguno de mis lectores puede objetar a este evangelio diciendo que Pablo enseñó que uno se salva por la fe y no por obras. Yo contestaría que Pablo vivió el evangelio que predicó y su vida estaba llena de sufrimiento por Cristo. Selló su compromiso con la muerte. Nunca se avergonzó de su Señor, ni ante los intelectuales de Atenas, ni ante la élite de Roma. Lejos de avergonzarse, se gloriaba en Él, porque en Él se encuentran todos los tesoros de la sabiduría y del poder de Dios (Col. 2:3, 10), como escribió a los hermanos de Colosas. Este es el Evangelio que predicó Pablo con su vida, el mismo que predicó el Señor Jesús.
 
Copyright © 2023 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.