“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles” (Lucas 9:23-27).
Lectura: Lucas 9:23 (de nuevo).
La presentación del Evangelio que estamos nosotros acostumbrados a escuchar va más o menos así:
- Dios te ama y quiere tu bien.
- Envió a Cristo para morir por tus pecados.
- Si crees en Él, serás salvo e irás al Cielo cuando mueras.
- Solo tienes que reconocer que eres pecador y pedir a Dios que te perdone.
- ¿Quieres repetir esta oración después de mí? Y, si la persona accede y lo hace, le aseguramos que ahora es salva.
La presentación del evangelio de labios de Jesús nos tiene que extrañar muchísimo. Fue dada en un momento en que disfrutaba de popularidad de parte de las masas. Podría haber conseguido muchos adeptos con una invitación fácil. Sin embargo, notamos que:
- Jesús no presentó un evangelio fácil. De hecho, prohibió que los discípulos dijesen que era el Mesías, el Hijo de Dios. ¿Por qué? Porque creer esto no salva. Viene como revelación de Dios a los que ya están comprometidos. Jesús no habló acerca de lo que tenían que creer para ser salvos, sino acerca de lo que tenían que hacer para ser salvos, a saber: seguirlo.
- Lo que sí que hizo el Señor era hablar de lo difícil que es ser salvo. Jesús dijo que tendríamos que estar dispuestos a pagar el precio. Nombra cosas que nadie quiere hacer: renunciar a su propia voluntad, poner la vida por Él y seguir su costoso ejemplo. Demanda abnegación y obediencia absoluta y exige que estemos dispuestos a sufrir rechazo y persecución por amor a Él.
- Jesús habló de las terribles consecuencias de no seguirle. En lugar de hablar de lo bonito que es ir a cielo y lo maravilloso que es este lugar, habló de la pérdida que sufre la persona que lo rechaza. Pierda su vida eternamente. Se destruye a sí mismo. Si la persona se avergüenza de Él y de su enseñanza, Jesús se avergonzará de él cuando venga en su gloria y la gloria de su Padre; lo negará delante del Padre. En otro evangelio explicará con más detalle en qué consiste esta negación: “Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat. 7:23). Esto significa exclusión del Reino, o, a las claras, ir al infierno. Sufrirá la condenación eterna en un lugar demasiado terrible para describirlo. La versión de Jesús del evangelio es más convincente que la habitual que oímos. Es una fortísima advertencia para evitar el infierno, motivado por amor, amor que estaba dispuesto a pagar todo lo que Él exigía de sus seguidores. Él se negó a sí mismo, tomó su cruz, perdió su propia vida y sufrió la vergüenza de la cruz. Él marcó el camino al cielo en su propia carne.
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