“Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico” (Marcos 2:3, 4).
Lectura: Marcos 2:1-12.
¿Cómo habría quedado la casa después de la maniobra de los amigos del paralítico? Esperamos que, después de ir a su casa para mostrar a los suyos que había sido sanado, ¡el paralítico hubiera vuelto a la casa de Pedro para repararla! Esto es lo que pasa cuando dejas tu casa para la obra de Dios: sufre desperfectos, pero lo aceptas, porque para esto está, para que la gente la use para acercarse a Jesús.
Esta casa tenía una historia interesante. Jesús tenía la casa de Pedro como su base de operaciones. La primera vez que Jesús fue a esta casa, la suegra de Pedro estaba enferma, y el Señor la sanó: “Inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía” (1:31). Se habría puesto a hacerles la cena. Cuando el sol se puso: “Toda la ciudad se agolpó a la puerta. Y sanó a muchos” (1:33). La mañana siguiente volvieron muchos para ser sanados, pero Jesús les dijo a sus discípulos: “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido” (1:38). Pues nada, la gente que había venido aquel día se quedó sin sanar y Jesús fue a los puebles vecinos. Después de recorrer Galilea predicando, Jesús volvió a Capernaum, a casa de Pedro y ya tenían otra oportunidad para ser sanados los que habían quedado sin sanidad la vez anterior. Entonces es cuando ocurrió la sanidad del paralítico.
Esta casa vio la sanidad de la suegra de Pedro, muchas otras sanidades, y también sirvió como lugar de predicación: “Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra” (2:1, 2). La suegra de Pedro vio como su casa estaba siendo usada para el servicio del Señor.
Las familias creyentes tenemos el privilegio de ver cómo el Señor usa nuestra casa. A veces es para hospedar a gente que está de paso, a veces se usa para recibir a personas nuevas que están visitando a la iglesia, a veces es para dar estudios bíblicos, a veces para tener comunión con amigos, o para hacer reuniones para niños, o para evangelizar, o entretener a amigos; sea lo que sea, está a disposición del Señor para lo que Él quiera. Da mucho trabajo, pero siempre es una bendición para aquella que tiene su casa como la casa del Señor.
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