“Y pusieron testigos falsos que decían: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y contra la ley; pues le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés… El sumo sacerdote dijo entonces: ¿Es esto así?” (Hechos 6:13-7:1).
Lectura: Hechos 7:51-53.
El discurso de Esteban es su respuesta a la pregunta del sumo sacerdote: “¿Es esto así?”. Entonces él va a hablar acerca de este santo lugar y la ley, las costumbres que enseñó Moisés, es decir, del templo y la ley de Moisés. Esteban empieza su defensa relatando cómo Dios llamó a Abraham, cómo Israel terminó en Egipto, cómo fue librado por mano de Moisés. Defiende la autoridad de Moisés. Sin embargo, su propio pueblo lo rechazó desafiándolo: “¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros? (7:27). No obstante, éste mismo que ellos habían rechazado fue enviado por Dios para ser su gobernante y libertador. ¡Igual que Jesús! Moisés profetizó: “Dios os enviará un profeta como yo de entre su propio pueblo” (7:37).
En cuanto a la ley, Esteban hace constar que Moisés “recibió palabras vivas para darnos” (7:38), ¡no tradiciones! Sin embargo, ellos lo desobedecieron y lo rechazaron, desobedecieron y rechazaron a Dios y adoraron ídolos (7:43). El pueblo rechazó a Moisés, a la ley de Dios y a Dios mismo. Esto en cuanto a “las costumbres que nos dio Moisés”.
En cuanto a “este lugar”, el templo, Esteban les habló del tabernáculo en el desierto, y del templo que edificó Salomón, pero dice que no hace falta ningún templo para adorar a Dios porque “el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies” (7:48). Esteban les echa en cara que ellos y sus padres siempre han rechazado a los profetas, culminando con “El Profeta” que Dios prometió por boca de Moisés: “Mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo”, a quien le habéis traicionado y asesinado (7:52).
Resumiendo, Esteban acusa al sumo sacerdote y sus seguidores de lo mismo que ellos le acusan a él: de desobedecer la Palabra de Dios, a los profetas de Dios, y, ahora veremos cómo ellos pretenden destruir el templo de Dios, a saber, la Iglesia, el templo de piedras vivas: “En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén” (8:1). Ellos matan al profeta anunciado por Moisés. No respetan la Palabra de Moisés o la de los demás profetas y destruyen el templo de Dios. Ellos se han condenado por su propia boca.
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