“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28).
Lectura: Hechos 20:25-28.
Continuamos con la despedida de Pablo de los ancianos de Éfeso.
Pablo acaba de decir a estos amados hermanos que son los responsables de la iglesia de Éfeso, que él ha cumplido fielmente con su responsabilidad hacia ellos, y ahora les toca a ellos continuar y desempeñar la suya. Tienen su ejemplo. Pues, que hagan lo mismo. Tienen que hacer dos cosas:
- Mirar por ellos mismos. Esto significa que se tienen que mantener al día en su relación con el Señor, siempre en comunión con Él, siempre obedientes a su voz, pendientes de lo que les está guiando a hacer. La relación con Dios se tiene que mantener momento tras momento, como el respirar. Inhalamos su gracia, y exhalamos nuestra dependencia de Él. Con esta fuerza tomamos el próximo paso en comunión con Él y en obediencia a su voluntad.
- Y por todo el rebaño. Si no miran por ellos mismos, no están en condiciones de poder mirar por nadie más. Nosotros tampoco. Y ahora Pablo va a decirles dos cosas solemnes: “El Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor”. No es un trabajo que ellos han escogido. No están presidiendo la iglesia porque han sido elegidos por la congregación, o por otra organización eclesial, sino porque el Espíritu Santo los ha puesto allí, en la posición que ocupan. Esto es algo para tener en cuenta siempre. Es un llamamiento de parte de Dios y muy sagrado. La segunda cosa que les dice es que estas almas que están pastoreando tienen un valor incalculable, porque han sido compradas con la sangre de Cristo. Pablo no podía mirar a un creyente sin recordar que había sido comprado a este precio. Es precioso en los ojos de Dios. Dios lo valora por lo que le costó conseguirlo. El anciano está tratando con personas que pertenecen al Dios Omnipotente y tiene que llevar a cabo su responsabilidad en el temor de Dios.
En cuanto a nosotros, esperamos ser tratados por nuestros ancianos con este mismo respeto, y, a la vez, hemos de tratarlos a ellos con respeto y obediencia sabiendo que tienen que dar cuentas a Dios por cómo nos tratan y por los consejos que nos dan. Igualmente, nosotros mismos hemos de mirar a cada creyente que conocemos como una persona comprada con la sangre de Cristo y, por lo tanto, preciosa en los afectos de Dios y de infinito valor.
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