ORAR Y MOVERTE

  “Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús” (Marcos 10:50).
 
Lectura: Marcos 10:46-52.
 
            Cuando creía que había exprimido la historia de Bartimeo al límite de su contenido, ¡descubro más! Las Escrituras son elásticas, ¡siempre se pueden extender más! Son un pozo sin fondo, un océano sin orilla, un cielo sin tejado. Cuando nos ponemos en la playa del océano del amor de Dios y alzamos la vista para otear el horizonte, siempre hay más.
 
Orar:
 
            Meditando en la curación de Bartimeo nos damos cuenta de que tiene dos pasos. El primer paso es la oración, no la oración como nosotros la conocemos, sino el clamar con el alma. “Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendieron para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” (10:47, 48). Clamaba a voz en cuello, cada vez más fuerte, hasta que consiguió la atención de Jesús. Cuando nosotros oramos, no tenemos este sentido de urgencia. Pedimos como el que no quiere una cosa. Lo mencionamos como parte de una lista. Pasan los días y ni recordamos que hemos pedido esta cosa, sobre todo, si estamos en una reunión de oración. ¿Una vez en tu casa has orado al Señor, clamando a voz en cuello, con desesperación, convencido de que el Señor puede hacer lo que tú pides, porque es su voluntad, porque tiene el poder para hacerlo, porque ha llegado la hora, porque es ahora o nunca? ¿Otros te dicen que te calles, pero gritas aún más? No estarás callado hasta que lo consigas. Esto es orar.
  
Moverte:
 
Descubrimos esta fase de la verdad haciéndonos la pregunta: ¿Por qué no vino Jesús a él? Él era ciego, no veía dónde estaba Jesús. La calle estaba abarrotada de gente. No podía llegar a donde estaba Jesús. Bartimeo estaba sentado al borde de la calle donde se había sentado desde hacía años y la gente lo atendía. Le llevaban la comida, le lavaban la ropa, no tuvo que tomar ninguna iniciativa para defenderse. Era una víctima pasiva de la vida. Ha orado, ahora el Señor está diciéndole que ponga pies a sus oraciones. Tiene que levantarse y venir. Tiene que tomar la iniciativa. Deja que esta gente que antes de decía que te cayeses, estas circunstancias adversas, acercarte a Jesús. Bartimeo tenía que encontrar a alguien que lo llevara a Jesús y caminar hasta Él. Sus pies no están impedidos. ¡Que los use! Que haga lo que esté a su alcance y Jesús hará la parte que él no puede hacer, la parte de la sanidad, pero antes es necesario venir a Jesús. Ya estaría cerca para continuar siguiéndole.
 
Nosotros oramos. Jesús está lejos. Tenemos que acercarnos. Tenemos que movernos dejando el sitio donde hemos estado sentados desde hace años, usando aquello que sí tenemos, los pies. Nos movemos del lugar donde otros lo hacen todo para nosotros, para hacer por nosotros lo que sí podemos. Hemos de poner pies a nuestra oración. Por ejemplo, pedimos una iglesia, allí sentados en nuestra casa. Tenemos que levantarnos, investigar y visitar algunas. Jesús usó lo que Bartimeo sí podía hacer y suplió lo que no podía hacer para que le siguiese, viéndole, hasta el final de su vida.  

Copyright © 2023 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.