JESÚS Y ZAQUEO (1)

“Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús” (Lucas 19:2, 3).
 
Lectura: Lucas 1-10.
 
Vamos a mirar la historia de Zaqueo desde dos perspectivas: primero, haremos un estudio bíblico, y segundo, nos incorporaremos en la historia, sin cambiar ninguno de los detalles, cada uno dejando que el Espíritu Santo nos revele cosas de nosotros mismos, o de Jesús, o que nos haga ver otra cosa que quiere enseñarnos. Las dos maneras de meditar en el Texto Sagrado son válidas.   
 
Primera parte:
 
            Zaqueo era publicano, es decir cobrador de impuestos, un judío que robaba a su propio pueblo para entregar dinero al gobierno romano. Los romanos dejaban que los publicanos cobrasen lo que quisieran y se quedasen con lo que querían, siempre que entregaran el dinero estipulado a César. Por lo tanto, su propio pueblo los tenía por traidores, y los odiaba. Este hombre era muy rico con todo el dinero que había extorsionado de su pueblo. Pero tenía inquietudes espirituales. Había oído que Jesús iba a pasar por su ciudad y quería verlo.
 
            Zaqueo no necesitaba sanidad, no tenía hambre, no era pobre, no estaba endemoniado, no necesitaba nada, solo a Jesús, y para verlo estaba dispuesto a hacer el ridículo. Su necesidad espiritual era apremiante. Subió el frondoso sicómoro con su ropa elegante y esperó a que Jesús pasase por donde estaba escondido. Cuando Jesús lo vio en el árbol, se dio cuenta de que este hombre rico realmente deseaba verlo, y le dio aun más de lo que pedía, dijo que iría a su casa para hablar con él en privado. Esta visita a Zaqueo le costó mucha vergüenza delante de toda la gente de su pueblo, pero a Jesús le costó más, le costó la censura y critica de la multitud que lo seguía. El Señor está dispuesto a pagar el precio que sea para que nosotros podamos encontrarlo. ¿Quién encontró a quién? ¿Zaqueo a Jesús o Jesús a Zaqueo?  
 
            Una vez en su casa, en el momento oportuno, “Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devolveré cuadruplicado”. ¿Esto lo salvó? No; fue la evidencia de que ya era salvo por haber puesto su fe en Jesús: “Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham”, o sea, él es de la fe de Abraham, la fe que salva y que se muestra por medio de obras. Zaqueo buscó a Jesús y encontró la salvación de su alma.

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