EL TRABAJO DEL VIÑADOR

“Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después” (Lucas 13:6-9).
 
            Volvamos a la parábola de ayer para observar tres cosas más.
           
            Primeramente, no estamos pidiendo paciencia a Dios para esperar el tiempo cuando Él quiera salvar a alguien. El tiempo de salvación es siempre ahora (2 Corintios 6:2).  Dios nunca quiere que alguien se salve más adelante. La persona que resiste el evangelio está bajo condenación ya (Juan 3:18) y en eminente peligro de destrucción. ¡El intercesor no está pidiendo que Dios le dé paciencia, sino que Dios tenga paciencia!, que Dios le conceda más oportunidad. No estamos esperando a que a Dios le vaya bien salvar a una persona; sino, más bien estamos pidiendo que Dios espere y que no destruya a la persona que está resistiendo la obra del Espíritu Santo.
 
     Segundo: este “árbol” ha sido trabajado. Ha tenido su oportunidad. Debería de haber dado fruto ya. Se le está acabando el tiempo de la gracia. El intercesor pide que se extienda este tiempo.
 
     El intercesor también necesita paciencia para esperar el resultado de sus nuevas iniciativas, pero no espera con los brazos cruzados: está trabajando. Rompe la tierra alrededor del árbol para que aproveche las lluvias. La abona. Hace todo lo que puede. Reconoce que el Dueño del campo tiene razón: este árbol debe ser cortado, pero ya que ha invertido tanto trabajo en él, quiere intensificar sus esfuerzos a ver si dan fruto.
 
     Tercera cosa: el fruto es la evidencia de salvación. “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16). Una persona que profesa fe en Cristo, pero cuya vida no ha cambiado, que no haya dejado su vieja vida de pecado, pone en tela de juicio su conversión. “Por el fruto se conoce el árbol” (Mateo 12:33). “Haced frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo  3:8). “Mas la (semilla) que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (Lucas 8:15). Dios nos ha justificado para ser justos. Si no vemos fruto, hacemos bien en dudar de la obra de regeneración en esta vida. El peligro que corre esta alma no es que muera joven, sino que, en el día del juicio, si no hay fruto, será destruida eternamente.
 
    Bueno, entonces, ¿cómo termina la parábola? ¿Qué pasó con nuestro árbol? ¿Dio su fruto la temporada siguiente? No nos lo dice. Pero en cuanto al viñador, sabemos que “nuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).

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