LA PALABRA CREA; LA PALABRA DESTRUYE

“Estos (los incrédulos) ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua, pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3:5-7).
 
     El mundo fue formado del agua y destruido por el agua. “La tierra, surgida del agua y establecida entre las aguas… fue destruida, siendo inundada con agua” (Biblia de las Américas).
 
     El mundo fue formado por la Palabra de Dios y será destruido por la Palabra de Dios: “fueron hechos por la Palabra de Dios los cielos, y también la tierra…los cielos y la tierra están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio”.
 
     Las dos ideas son paralelas: Dios formó el mundo por su Palabra y lo destruirá por su Palabra. Lo que la Palabra es capaz de crear, es capaz de destruir. La primera destrucción fue por agua; la segunda será por fuego. La primera demuestra que vendrá la segunda. En la primera, toda vida fue destruida, pero Dios preservó el mundo debajo del agua; permanecieron las montañas, las rocas, el suelo y subsuelo. En esta segunda destrucción, hasta las estrellas caerán del cielo. La primera fue poca cosa en comparación con lo que ha de venir: “¡Los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2 Pedro 3:12).
 
     El mundo fue destruido en tiempos de Noé a causa de la injusticia del hombre: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5); y será destruido la segunda vez también a causa de la injusticia del hombre: “el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2 Pedro 3:7).
 
    Frente a este panorama negro el apóstol nos insta a vivir una vida totalmente diferente a lo que nos rodea, que brillemos como luces en la oscuridad, más vistosas aún debido al contraste tan grande entre nosotros y los del mundo: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir…!” (2 Pedro 3:11). ¡Que Dios nos inunde de su gracia para que así sea!

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