JESÚS Y LOS PROFETAS (23)

“Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros; que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (Lucas 24:44).
 
Lectura: Lucas 24:25-27.
 
El último profeta que vamos a considerar es Malaquías.
 
            Malaquías profetizó que el Mesías aparecería súbitamente en el templo: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quién vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:1 con Marcos 11:11, 15). Esta profecía deja claro que el Mesías es el Señor. El que habla es Dios, quien dice que el mensajero (Juan el Bautista) preparará el camino delante de Él.
 
            El Antiguo Testamento termina con otra profecía del Mesías, concretamente de Juan el Bautista que anunciaría que el Mesías había llegado, y lo presentaría al pueblo que lo esperaba: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga e hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5 con Mateo 3:1, 2). Lo que vemos en esta profecía es que Malaquías profetiza la primera y la segunda venida de Jesús en una sola profecía. Esto es lo que daba confusión a Juan el Bautista pensando que Jesús venía para reinar y juzgar. Esta profecía fue seguida por 400 años de silencio sin voz profética alguna cuando de repente Dios irrumpió en el silencio con voces de ángeles anunciando el nacimiento del precursor del Mesías deseado y largamente esperado. Los corazones preparados lo recibieron, pero los que no habían comprendido la voz profética tristemente se perdieron la venida del Mesías al que profesaron esperar: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:11, 12).
 
            A los discípulos les costó reconocer en Jesús de Nazaret al Mesías esperado, porque nadie lo reconoce, por mucha evidencia que haya, a no ser que el Espíritu Santo lo dé a conocer al corazón dispuesto. Jesús es el cumplimiento de toda profecía. Él es mucho más que lo que su pueblo estaba esperando. No era un mero hombre como David, y su reino no es temporal como fue el de David, sino que aquel que Dios envió fue su amado Hijo y el reino que Él introduce es un reino eterno que no tendrá fin. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1, 2). Este es el Mesías anunciado por todos los profetas, nuestro amado Señor y Salvador, el Señor Jesucristo a quien amamos.

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