“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido” (Daniel 7:13, 14).
Lectura: Daniel 7:9, 10.
El siguiente profeta que vamos a mirar es Daniel.
En la profecía que encabeza este devocional, Daniel profetiza que el Mesías sería el Hijo del Hombre que ascendería al trono de Dios para recibir un reino eterno (Daniel 7:13 con Lucas 1:31-34; Mat. 24:30; Mat. 26:64; Apoc. 1:7,13 y Apoc. 14:14; y Dan. 7:14 con Apoc. 11:15). Cuando Jesús fue llevado ante el concilio, con el sumo sacerdote Caifás, los escribas y los ancianos presentes, y le exigieron: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios” (Mat. 26:57-63), Jesús contestó citando esta profecía (Daniel 7:13, 14), identificándose como el Hijo del Hombre que recibe un reino eterno de parte del Anciano de Días. Esta confesión consiguió su crucifixión.
El profeta Daniel nos revela que el Mesías vendría 483 años después del decreto de reedificar Jerusalén: “Sabe, pues, y entiende, que, desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; y se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos” (Daniel 9:25 con Juan 12:12-23. El tiempo exacto de la venida del Mesías fue profetizado.
El Mesías sería matado: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones” (Daniel 9:26 con Mat. 27:35). El Mesías es el crucificado.
El Mesías será revelado como “la piedra” que derriba los reinos de este mundo. “Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, y plata y el oro, y fueron como tamo de la era del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la tierra” (Daniel 2:34, 35). “El Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44). Estas profecías serán cumplidas en Jesús: “Los reinos de este mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apoc. 11:15). El Mesías es el Rey eterno.
El Mesías es tipificado con el cuarto Hombre en el horno de fuego, cuya gloria alumbró más que el resplandor del fuego: “He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (Daniel 3:25). Este es el Mesías, el Hijo de Dios.
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