JESÚS Y LOS PROFETAS (16)

“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tus desposorios, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada… ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos?” (Jeremías 2:1-5).
 
Lectura: Jer. 2:1-11.
 
El siguiente profeta que vamos a mirar es Jeremías.
 
            Jeremías representa a Jesús en su dedicación absoluta a la voluntad de Dios, aunque le iba a costar todo. Es conocido como el profeta llorón. En este sentido refleja a Jesús cuyas emociones estaban muy involucradas en su relación con la gente y con su pueblo. Jesús lloró ante la tumba de Lázaro y lloró sobre Jerusalén; el rechazo de su pueblo quebrantó su corazón. Jeremías dijo: “¡Oh si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mí pueblo!”. Y, en su libro de Lamentaciones: “Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas, mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo” (Jer. 9:1 y Lam. 2:11 con Mat.). En Jeremías vemos el corazón destrozado de Jesús quien dijo: “El escarnio ha quebrantado mi corazón, estoy acongojado”, palabras proféticas de Jesús en el Salmo 69:20. Necesitamos entender a Jeremías para entender a Jesús. Jesús no era un robot preprogramado, tampoco era estoico; estaba repleto de emociones, las perfectas que correspondían. Sentía dolor. Saber que vas a sufrir no quita el dolor de los clavos.  
 
En Jeremías vemos que el Mesías sería Dios: “He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra” (Jer. 23:5, 6 con Juan 1:1, 14). El Mesías sería un renuevo justo de la línea de David, y reinaría sobre su pueblo, pero también sería “Jehová, justicia nuestra”. Es decir, Dios. También en esta profecía tan completa de Jeremías el profeta anticipó lo que iba a decir el apóstol Pablo de Él que sería el cumplimiento de su profecía: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación, y redención” (1 Cor. 1:30). En estas pocas palabras proféticas tenemos la humanidad de Jesús, descendiente de David, y la divinidad de Jesús, Jehová, justicia nuestra. Él es el Salvador y el Rey de Israel, también es el medio de nuestra justificación delante de Dios. Y por medio de la vida del profeta vemos plasmado el sufrimiento que se llevaría a cabo en la vida de Jesús. Como muchos profetas, vivía la Vida que profetizaba. 

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