“Hermanos, tomad como ejemplo de paciencia y aflicción a los profetas” (Stgo. 5:10).
Lectura: Lucas 6:22-26.
Nosotros tenemos una deuda muy grande con los profetas. Además de servir a su propia generación, ellos nos han beneficiado mucho y de muchas maneras:
Muchas de sus profecías, sobre todo sobre la primera venida de Jesús, ya han sido cumplidas y sirven para demostrar que Jesús cumple las predicciones de Dios, que realmente es el Mesías prometido. Por ejemplo, Jesús nació en Belén tal como dijo el profeta Miqueas (Miq. 5:2). ¡Nadie puede planear dónde va a nacer! Tampoco puede planear que va a nacer de una virgen. Aun los enemigos de Jesús reconocieron que las circunstancias de su nacimiento no eran las normales (Juan 8:41). Nadie se deja crucificar tal como profetizó Isaías (Is. 53) solo para engañar a la gente. Hay docenas de profecías que demuestran que Jesús es el Mesías profetizado siglos antes de su nacimiento.
Los escritos de los profetas han llenado de esperanza a muchas generaciones desde la fecha en que fueron pronunciados hasta el presente. En medio de circunstancias adversas nos consolamos recordando que nos espera un futuro glorioso en los cielos nuevos y la tierra nueva que Dios creará (Is. 65, 66): “El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová” (Is. 65:25).
Otro beneficio que recibimos de los profetas es una revelación más completa de los pensamientos y emociones del Señor. Los cuatro evangelistas registraron lo que vieron, pero no lo que estaba ocurriendo dentro del Señor. A los profetas debemos esta información que nos ayuda comprender mejor al Señor (Is. 53:3).
Y la última cosa que vamos a mencionar es que la vida de los profetas sirve para mostrarnos cómo es una vida entregada al Señor. Si teníamos la idea de que una vida de fidelidad a Dios es un camino de rosas, de popularidad y gran éxito en este mundo, un breve estudio de las vidas de los profetas nos muestra todo lo contrario. Como grupo fueron burlados, calumniados, maltratados, despreciados, encarcelados, torturados, desterrados y matados. Isaías tuvo una muerte terrible; Jeremías tuvo que sufrir la muerte de su esposa y la destrucción de su pueblo; Ezequiel fue llevado a la cautividad; Daniel pasó su vida sirviendo a reyes paganos en la cautividad… Todos pasaron por mucho sufrimiento, pero tuvieron una intimidad preciosa con Dios que compensó con creces el precio que tuvieron que pagar.
- “Hermanos, tomad como ejemplo de paciencia y aflicción a los profetas que hablaron en el nombre del Señor” (Santiago 5:10).
- “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que antes habían anunciado la venida del Justo, del cual ahora vosotros os hicisteis traidores y asesinos” (Hechos 7:52).
- “Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros” (Mateo 5:12).
- “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos en ese día y saltad, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo, pues sus padres trataban de la misma manera a los profetas” (Lucas 6:23).
Si vamos a ser fieles a Dios en nuestra generación, también tendremos que pagar el precio, pero los beneficios que recibiremos compensarán nuestro sufrimiento.
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