EL EJEMPLO DE NOÉ

“Ante todo, sabed esto: que en los últimos días vendrán burladores, con su sarcasmo, siguiendo sus propias pasiones y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde que los padres durmieron, todo continúa tal como estaba desde el principio de la creación. Pues cuando dicen esto, no se dan cuenta de que… el mundo de entonces fue destruido, siendo inundado con agua” (2 Pedro 3:3-6).
 
     Los que se burlan de la Biblia no esperan que el mundo acabe en cataclismo como enseñan las Escrituras. Creen que el mundo seguirá igual, más o menos como siempre, sin grandes cambios. Ignoran que en el pasado ocurrió un desastre a este planeta que puso fin a toda existencia, salvo a los que estaban dentro del arca de Noé. El Señor Jesús usa el ejemplo de Noé para enseñarnos que pasará lo mismo al final de los tiempos, cuando el juicio de Dios caiga sobre este mundo. La gente estará haciendo lo de siempre: viviendo, casándose, cuando de repente vendrá el final (Lucas 17:27). El apóstol Pedro hace referencia al diluvio de Noé como presagio de lo que vendrá: “el mundo de entonces fue destruido, siendo inundado con agua, pero los cielos y la tierra actuales están reservados por su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos” (2 Pedro 3:6-7).
 
     El apóstol nos advierte a no ser arrastrados por la maldad que nos envuelve en este perverso y pervertido mundo, al ver cómo la gente que nos rodea se entrega al desenfreno con pasión y lujuria para cometer cada clase de perversión vergonzosa con una mente reprobada, llenos de injusticia, fornicación, avaricia, maldad, engaños y malignidades (Romanos 1:29-30). “Por tanto, amados, sabiendo esto de antemano, estad en guardia, no sea que, arrastrados por el error de hombres libertinos, caigáis de vuestra firmeza” (2 Pedro 3: 17).
 
     Un día cuando la gente menos lo espere, vendrá destrucción repentina. Dios cerrará la puerta de la historia y sólo los que están en el arca, los que están en Cristo, serán salvados del terrible juicio de Dios. “Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no debéis ser vosotros en santa conducta y en piedad, esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor! Pero, según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia. Por tanto, amados, puesto que aguardáis estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por Él en paz, sin mancha e irreprensibles” (2 Pedro 3:11-14).

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