“Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? (Mateo 6:25-26).
Ha caído una nevada muy fuerte donde vivimos dejando unos cinco dedos de nieve cubriéndolo todo: árboles, arbustos, la hierba, y todas las plantas. Pensaba en un petirrojo que se acerca bastante a nosotros. Cuando mi marido cavaba en el huerto este otoño, el pajarito lo observaba, esperando a ver si descubría algún gusano apetitoso.
Hoy está todo blanco, precioso, pero toda la comida de los pájaros está bajo nieve. Decidimos dejar migas de pan al lado de la puerta de la entrada de la casa donde no hay nieve, a ver lo que pasaba. ¡No había pasado ni un minuto cuando vino el petirrojo a desayunar! Como la puerta tiene gran parte de cristal, disfrutamos viéndolo comer. Y pensé, si yo me puedo preocupar tanto por un pájaro del bosque, que ni siquiera es mío, (¡yo vivo en su terreno; en todo caso él pensaría que yo soy suya!), cuánto más mi Padre que está en los cielos se preocupa por mí, que soy su hija, ¡y su responsabilidad!
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