«Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11).

Los tres factores en nuestra victoria:

1. Apelamos a la sangre. El arma del enemigo es la acusación (ver Apocalipsis 12:10). Se presentaba delante de Dios para acusarnos día y noche, antes de la crucifixión de Cristo. Pero, como Cristo nos ha justificado por su muerte en la Cruz, el diablo ya no tiene nada que decir. Fue arrojado del Cielo cuando Cristo nos justificó, porque ya no pudo acusarnos. Pero hay creyentes que ignoran sus tácticas, y caen por sus mentiras, y se creen culpables, aun cuando han sido justificados. Sus pecados son perdonados, pero se ven como indignos pecadores. Estos viven derrotados. Los que viven victoriosos son los que apelan a la Sangre derramada a su favor y saben que tiene libre acceso a Dios por medio de esta Sangre. No escuchan las acusaciones del diablo. Disfrutan de su justificación. Se ven puros y libres de toda acusación.

1. Predicamos el Evangelio. Testificamos. El “testimonio” no se refiere a cómo llegamos a convertirnos, sino a lo que hizo Cristo. Damos testimonio de Él “Me seréis testigos” (Hechos 1:8). Nuestro testimonio personal no tiene poder para convertir a nadie. El Espíritu Santo da testimonio de que el Evangelio que predicamos es la verdad.

1. Morimos a nosotros mismos. “Menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Cada día morimos a nuestros intereses, al egoísmo, a nuestra propia voluntad, a nuestros derechos, crucificamos al “YO”, para hacer la voluntad de Dios. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23).

     Conseguimos la victoria sobre Satanás por vernos totalmente aceptables a Dios por la sangre de Cristo, por testificar de Cristo, y por rendirle totalmente nuestras vidas hasta la muerte. Este es el camino para ser más que vencedores por medio de Aquél que nos amó.

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