“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, …No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:8-14).
Lectura: Fil. 3:12.
John Bunyan escribió una famosa alegoría titulada: “El Progreso del Peregrino” en la cual describe la vida cristiana como peregrinaje en el cual nos escapamos de la Ciudad de Destrucción y avanzamos hasta la Ciudad Celestial pasando por muchas dificultades y pruebas que nos quitarían del camino si cayésemos en sus trampas. Su propósito fue alertar y animar al cansado peregrino a proseguir la meta y no permitir que nada le aparte de su propósito inicial de lograr “asir aquello para lo cual fue también asido por Cristo Jesús”.
Bunyan también escribió un hermoso himno sobre la misma temática:
Quien quiera frente al mal fuerte mostrarse,
En el Señor podrá siempre ampararse.
Y nada ha de encontrar que lo haga abandonar
Su voluntad de ser un peregrino.
Quienes hoy disuadir al fiel intentan,
Habrán de sucumbir: su fuerza aumentan.
Al mal ha de vencer con todo su poder
Y siempre ha de vencer con todo su poder
Y siempre habrá de ser un peregrino.
Puesto que tú, Señor, siempre nos guardas,
En gloria una mansión fiel nos preparas,
No quiero yo volver al mundo y su placer,
Me esforzaré por ser un peregrino.
John Bunyan, 1628-88 a.
Ánimo, hermano, falta menos, pronto estaremos con el Señor. No permitas que el desánimo o el pecado te aparten del difícil camino. “Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús” (Heb. 12: 1, 2). Amén.
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