“Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Juan 4:22, 23).
Lectura: Hechos 8:12, 14-17.
Felipe descendió a Samaria y predicó a Cristo. Su mensaje fue bien recibido por este pueblo. Él completó la obra de la mujer samaritana que había llevado a su pueblo a Jesús, y la obra de Jesús mismo a continuación, pues Él había quedado dos días más con los samaritanos que habían creído el testimonio de la mujer, enseñándoles más del reino de Dios (Juan 4:40, 41). Los samaritanos que creyeron la predicación de Felipe fueron bautizados: “Cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hechos 8:12). ¡Pero todavía no recibieron al Espíritu Santo! Y el motivo del por qué es muy importante.
“Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan, los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos… les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo” (8:14-17). ¿Por qué hizo falta que viniesen Pedro y Juan de Jerusalén para que los samaritanos recibiesen el Espíritu Santo? Para conectar la iglesia de Samaria con la iglesia de Jerusalén. Los samaritanos y los judíos habían estado separados durante generaciones. Dios quería unir a Israel y Samaria en Cristo. No quería que la iglesia de Samaria fuese independiente de la iglesia de Jerusalén, sino que los creyentes de Samaria estuviesen bajo la autoridad de los apóstoles en Jerusalén. Los samaritanos habían creído el evangelio predicado por Felipe, pero Felipe no iba a ser la autoridad sobre esta iglesia, sino los líderes de la iglesia de Jerusalén, lo mismo que en nuestro caso.
Nosotros hemos creído el evangelio predicado por los pastores y evangelistas de nuestros tiempos, pero todavía estamos bajo la autoridad de los apóstoles, aunque ellos ya están con el Señor. Tenemos sus enseñanzas en las Escrituras y éstas son la base de nuestra fe. El evangelio no ha cambiado desde los tiempos de los apóstoles, y si alguien predica otra versión del evangelio para que sea más moderna y de acuerdo con las ideas de nuestros tiempos, ¡que sea maldito!, como dijo el apóstol Pablo: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal. 1:6-9). Para guardar la unidad de la fe bajo la autoridad de los apóstoles, fue necesario que los apóstoles de Jerusalén bajasen a Samaria e impusieron las manos sobre los creyentes nuevos para que recibiesen el Espíritu Santo, sin el cual no hay salvación. Y hoy día el que cree un evangelio diferente que el que predicaban los apóstoles tampoco recibe el Espíritu Santo para ser salvo. “La salvación viene de los judíos”, de los profetas judíos, los apóstoles judíos y del Mesías judío, el Señor Jesucristo.
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