“Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día, desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo” (Mateo 20:6, 7).
Lectura: Mateo 20:1-7.
Jesús contó la historia de un hombre que necesitaba obreros para su viña. Salió pronto por la mañana y contrató a algunos, salió a las nueve y contrató a otros, salió a las doce y contrató a otros, y salió a las tres de la tarde e hizo lo mismo. Finalmente salió a las cinco de la tarde y vio a otros que estaban en la plaza desocupados y les preguntó que por qué no estaban trabajando. Ellos respondieron que porque nadie los había contratado, y él les dio trabajo también. El Señor no rehúsa a nadie que quiera trabajar para Él. Si tú quieres servir al Señor, hay trabajo para ti en su viña. Puede ser a la última hora de tu vida, puede ser después de años de frustración pensando que nadie te quiere, que nadie te valora, que no tienes nada que ofrecer, o que tienes mucho, pero que has sido discriminado. No importa; el Señor sí que te busca y te escoge para servirle. Quiere que trabajes para Él. En su reino hay trabajo para todos.
La historia siguiente trata sobre cómo el Señor va a servir a los que forman parte de su reino: pondrá su vida por ellos (20:17-19).
Luego tenemos la historia de dos que quieren ser los más importantes en el reino. Su madre vino a Jesús para pedírselo: “Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” (20:21). Jesús, pensando en el precio que Él mismo iba a pagar (20:21), les explicó que ser una figura importante en su reino costaría mucho sufrimiento. Luego llamando a todos sus discípulos, dijo: “El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (20:26-28). Juntando estos tres relatos vemos que hay trabajo para todos en la viña del Señor, pero que este trabajo no consiste en figurar y ser importante, sino en servir y poner la vida por otros, como Jesús estaba a punto de hacer.
La última historia de este capítulo es de dos ciegos que claman a Jesús. Les hace la misma pregunta: “¿Qué queréis? Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos” (20:32). Los primeros (20:7) quieren ser útiles y trabajar, los hijos de Zebedeo quieren figurar (20:21), y los ciegos quieren ver (20:33). Jesús contrata a todos, pero no para ser importantes u ostentar un título, sino para servir a otros, porque al servir a otros, estamos sirviendo al Señor. Oremos, pues, la petición de los ciegos: “Señor, abre nuestros ojos para que podamos ver que tú quieres que trabajemos en tu reino, pero no para figurar y conseguir reconocimiento, sino para servir a otros, aunque sea a gran coste. Amén.”
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