EL PROPÓSITO DE LA ORACIÓN

“Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.  Oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces…” (Marcos 10:46, 47).
 
Lectura: Marcos 10:46-52.
 
            Una manera de meditar en las Escrituras es la de proyectarnos en la escena descrita y usar nuestra imaginación para ver lo que haríamos. Si tú hubieses estado allí presente, ¿qué habrías hecho? Una chica contestó que habría estado caminando detrás de Jesús y le habría dicho que atendiese a Bartimeo y que en su imaginación Jesús giró y le dijo que no hacía falta que le dijese lo que tenía que hacer, porque ya había visto la necesidad y sabía perfectamente lo que debía hacer. Entonces pensó, ¿para qué hago falta yo? Otra chica lo vio así: Levantó la voz sobre el ruido de la multitud y llamó a Jesús hasta conseguir su atención. Y cuando le preguntó qué podría hacer por ella, dijo que sanase a este hombre. Entonces él le dijo: “Tráemelo acá”, y le sanó.
 
            La oración no existe para que le digamos al Señor lo que tiene que hacer (Juan 2:3). La oración es la comunión con Jesús al creer. Él ya sabe lo que hará: “Él sabía lo que había de hacer” (Juan 6:6; ver Is. 61:1, 2).
 
Cuando el Señor nos muestra una necesidad es porque Él ya la ha visto y quiere que nos identifiquemos con ella, que sintamos el dolor del enfermo, la oscuridad del ciego, la imposibilidad de dar de comer a la multitud, etc. Quiere que sintamos lo que Él siente. Quiere compartir su pena y su compasión con nosotros.
 
Luego quiere que tengamos fe en lo que Él hará (1 Juan 5:14, 15).  
 
Quiere que traigamos la necesidad o la persona a Él: “Traédmelo acá” (Mat. 17:17) para que Él la atienda como ya había pensado hacer.
 
Y luego, cuando haya efectuado la sanidad, quiere que nos regocijemos con Él: “Gozaos conmigo, porque he …” (Lu. 14:6). No quiere gozarse solo. ¡Jesús quiere que compartamos su gozo! Si no hubiésemos visto la imposibilidad, no apreciaríamos el milagro; si no hubiésemos sentido el dolor de la persona, no habríamos sentido el gozo de verla sanada.
 
Nosotros no podemos sanar o salvar a nadie. Pero sí podemos traer la persona a Jesús y tener fe en que Él ya sabe lo que tiene que hacer. Esta es la parte nuestra, parte que se expresa por medio de la oración. El Señor quiere atender a las necesidades y quiere que nosotros aprendamos a conocerlo a Él en el proceso, que tengamos fe y compasión, que presentemos la necesidad delante de Él y que lo veamos obrar, y que celebremos el milagro con Él, en comunión, aprecio y amor por Él. Quiere que compartamos con Él su gozo.  

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