LA OVEJA PERDIDA (6)

“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? (Lucas 15:4).

Lectura: Lucas 15:3-7.

            Acabamos de ver que el Señor busca a los extraviados en defensa de su propio Nombre. Los hace volver, los limpia, les da un nuevo corazón, pone su Espíritu en ellos para que obedezcan su Palabra, los incorpora en su pueblo, los hace conscientes de su pecado y ellos terminan siendo de buen testimonio (Ez. 36:21-36). ¿Lo crees? Cuando lo creemos es porque nuestra oración ha prevalecido y tenemos descanso en la capacidad de Dios de cumplir su Palabra a pesar de la dificultad del caso. Esto es tener fe. Cuando yo creí esta promesa tuve paz. Creí que Dios era más fuerte que mi ser querido. Y llegó el día en que se salvó.

            Cuando la espera se hace larga, hemos de seguir teniendo fe, no importa lo que nuestros ojos ven. Tenemos el ejemplo de Abraham que “creyó en esperanza contra esperanza”“…Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. Él (Abraham) creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se había dicho: Así será tu descendencia” (Rom. 4: 17, 18). Su fe fue basada en la promesa de Dios de que iba a ser padre de muchas gentes. Lo seguía creyendo aun cuando iban pasando los años e iban envejeciéndose él y su esposa. Lo que él veía no era dos personas viejas, sino a Dios quien todo lo puede. Es lo mismo que tú tienes que hacer, mirar a Dios y no a tu hijo y lo que Él va haciendo. La fe se basa en la revelación de la voluntad de Dios en su Palabra. Sabemos cuál es su voluntad: “Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos proceden al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Pon tu fe en Dios, recuérdale su promesa, espera en Él, y descansa en Dios.

¿Qué puedes hacer tú para ver salvo a tu hijo?

  1. Se fiel a tu cometido como madre y enseña a tu hijo todo lo que Dios quiere que una madre enseñe a su hijo.
  2. Tener fe en las promesas de Dios.
  3. Orar.

Estas tres cosas son nuestra responsabilidad. La responsabilidad de Dios es el de hacer todo lo que nosotros nos podemos hacer, lo que viene en Ez. 36:21-36. Solo Dios puede dar vida a los muertos.

Orar:
            ¿Cómo tenemos que orar? Hemos de orar reclamando las promesas de Dios, con fe en sus promesas, no con desesperanza o incredulidad, sino con fe. Su Palabra dice: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:14, 15). Allí lo tienes. Esta promesa es verdad. Actúa en base a ella. Vive confiada en ella.

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