“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? (Lucas 15:4).
Lectura: Lucas 15:3-7.
¿Qué puedes hacer tú para ver salvo a tu hijo?
La primera cosa es enseñarle todo lo que una madre tiene que enseñar a su hijo. La segunda cosa es tener fe. Tenemos el ejemplo de la fe de Noé y la fe de Rahab por la cual vieron salvas a sus familias. Esta es nuestra responsabilidad. La de Dios es hacer lo imposible, lo que solo Dios puede hacer, que es salvar y regenerar a una persona. Vamos a comentar un pasaje que fortalece mucho nuestra fe en la capacidad de Dios de hacer justamente esto: Ez. 36:21 en adelante:
v. 21. Dios dice: “He tenido mucho dolor al ver mi santo nombre profanado por la casa de Israel”. Tu hijo ha profanado el santo nombre de Dios por su conducta impía dando mal testimonio en el mundo y causando dolor al corazón de Dios. Tú no eres el único que sufres. Sufres juntamente con el Señor.
v. 22. “Así ha dicho Jehová el Señor: no lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre… santificaré mi grande nombre”, y Dios explica cómo lo va a hacer. Dios se mueve por amor a sí mismo, no por tus perfecciones, ni por amor a ti, sino por amor a sí mismo. Esto es maravilloso, porque no tienes que haber sido una madre perfecta para conseguir el resultado que esperas, Dios lo hará por amor a sí mismo. Dios defenderá su reputación.
v. 24. “Y os tomaré de las naciones… y os traeré a vuestro país”, porque Dios vivía en Israel. Esto para nosotros significa que Dios llevará a tu hijo a sí mismo, a donde está Él.
v. 25. “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias”. Dios limpiará a tu hijo de todo su pecado y lo hará con la sangre de Cristo que es lo único que limpia y perdona el pecado.
v. 26. “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros”. Dios lo va a hacer nuevo desde dentro, cosa que solo Dios puede hacer.
v. 27. “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. ¡Fantástico! Dios lo va a regenerar. La sangre de Cristo limpia de pecado y el Espíritu Santo nos transforma para que obedezcamos la Palabra de Dios, para que esta obediencia salga de un corazón y espíritu nuevos. Esto significa que vivirá una vida nueva en obediencia a Dios y su Palabra.
v. 28. “Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios”. Dios lo hará parte de su pueblo, de su iglesia.
v. 31. “Y os acordaréis de vuestros malos caminos, y de vuestras obras que no fueron buenas; y os avergonzaréis de vosotros mismos por vuestras iniquidades y por vuestras abominaciones”. ¡Por fin la persona reacciona! Todo lo anterior ha sido obra de Dios, pero llega el día en que se da cuenta de cómo es, y entonces todo lo que Dios le ha hecho cobra vida y comprende, y responde a la gracia de Dios.
v. 36. “Y las naciones que queden en vuestros alrededores sabrán que yo reedifiqué lo que estaba derribado”. El resultado final es testimonio; los que os rodean se dan cuenta de la gracia de Dios en su vida y sabrán que Dios es real.
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