JESÚS Y LOS PROFETAS (8)

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1).

Lectura: Heb. 1:1-4.

            Jesús es el cumplimiento de todo lo que decían los profetas. Los profetas hablaban de la restauración de una Jerusalén terrenal; Jesús nos introduce en la Jerusalén eterna. Ellos hablaban de un corazón que obedece la ley de Dios; Jesús hace posible la vida en el Espíritu de la ley, quien es el Espíritu de Dios. Los profetas hablaban del retorno de los exiliados a Jerusalén; Jesús nos hace una nueva creación con un cuerpo nuevo, para vivir para siempre con Dios y con los redimidos en el Reino de Dios en una sociedad perfecta. El cumplimiento de la profecía es siempre mucho más grande y glorioso que las palabras literales de los profetas. El Mesías que ellos profetizaron, era un hombre; el que Dios nos envió era Dios mismo encarnado, la Palabra de Dios hecha carne (Juan 1:14).  

            El discurso del apóstol Pedro después de Pentecostés presenta a Jesús como el cumplimiento de la Palabra de Dios dada a los profetas: “Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo [ver Deut. 18:18, 19]. Y todos los profetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas… Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad” (Hechos 3:22-26).

            Si miramos los pies de página del evangelio de Mateo, por ejemplo, veremos todas las referencias que hay a los profetas. No hay página en la traducción Reina Valera del evangelio de Mateo que no tenga por lo menos una referencia a un profeta, y, muchas veces, varias. Estos son los profetas nombrados: Jeremías, Isaías, Miqueas, Malaquías, Daniel, Moisés (todas las referencias al Pentateuco), David (Salmos), Oseas, Zacarías, Ezequiel, Amos y Jonás. ¡Si tienes tiempo, puedes estudiar quiénes son los más nombrados y qué dijo cada uno!

            Jesús meditaba en estas palabras proféticas, aprendía y hacía preguntas. Tomemos el Salmo 110, un salmo de David: “Jehová dijo a mi Señor” (Salmo 110:1). Jesús preguntó a los fariseos cómo podría ser el Mesías el Señor de David, si David nació antes: “Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?” (Mat. 22:44). Nosotros sabemos la respuesta y sus implicaciones, pero ellos no: “Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más” (Mato 22:46).

            Jesús cita Isaías muchas veces. En la siguiente parábola hace referencia a la parábola de Isaías (ver Is. 5:1, 2). “Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña” (Mateo 21:33). Luego Jesús cuenta la parábola de la viña, y “Oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos” (21:43), porque ellos conocían las palabras de los profetas. Cuando hablaba Jesús de Jonás, se refería a él como “el profeta Jonás”, porque los fariseos no creían que Jonás era profeta (Juan 7:52; Jonás era de Galilea). Haciendo referencia al profeta Malaquías, Jesús dijo: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir” (Mat. 11:12-14 con Mal. 4:5). Hablando de su venida el Señor cita al profeta Daniel: “Y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mat. 24:30 con Dan. 7:13). Sería un estudio fascinante estudiar a todos los profetas que el Señor cita y todas las profecías cumplidas en Él. ¿Te animas?

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