“Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron” (Lucas 10:23, 24).
Lectura: Salmo 69:1-9.
Otro salmo profético de David que habla de Jesús en su pasión es el salmo 69. Este salmo nos revela el estado anímico de Jesús en la cruz: “Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecidos mis ojos esperando a mi Dios” (Salmo 69:3). Dice: “Por amor de ti he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi rosto. Extraño he sido para mis hermanos, y desconocido para los hijos de mi madre” (69:7, 8). Estas palabras caben perfectamente en la boca de Jesús. Describen la experiencia de su vida y su sufrimiento en la cruz: “Me consumió el celo de tu casa”. Y: “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Sal. 69:21 y Mat. 27:48). Cuando estas cosas le iban ocurriendo habrían sido confirmaciones para Jesús de que estaba en el camino trazado por Dios. El salmo termina diciendo: “Jehová oye a los menesterosos, y no menosprecia a sus prisioneros… Porque Dios salvará a Sion, y reedificará las ciudades de Judá; y habitarán allí, y la poseerán. La descendencia de sus siervos la heredará, y los que aman su nombre habitarán en ella” (69:33, 35). Estas palabras de David habrán infundido aliento al alma de Jesús, porque Dios oirá su clamor desde la cruz, y salvará a su pueblo por medio de sus padecimientos; ellos habitarán en la nueva Jerusalén eternamente.
Un día David, que es tanto profeta como rey, y Jesús estarán hablando juntos en la nueva Jerusalén, compenetrados, David viendo el cumplimiento de su profecía en Jesús, feliz y satisfecho, los dos en la Jerusalén que ambos amaban, el rey y su Rey, “alabando el nombre de Dios con cántico, y exaltándole con alabanza” (69:30).
Otro profeta con que Jesús se identificaba era Jonás. De él decía: “He aquí más que Jonás en este lugar”. En Mat. 12 Jesús refiere a sí mismo como mayor que el templo, mayor que los profetas, y mayor que los reyes (Mateo 12:6, 41, 42). El profeta que elige Jesús como botón de muestra es Jonás, porque Jonás amaba a Israel de todo corazón. Sin embargo, donde vio mayor éxito en su predicación fue entre los gentiles. De la misma manera Jesús sabía que su evangelio sería rechazado por los judíos, pero recibido por los gentiles. El rechazo de parte de su pueblo rompió el corazón del profeta, tanto que quería morir. Jesús conocía bien este dolor (Mat. 12:41). El Señor también se asociaba con Jonás en su muerte: “La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mat. 12:40). En Jonás, Jesús tenía un amigo que lo entendía. La diferencia entre los dos fue que Jonás no quiso ir a los gentiles sabiendo que su aceptación significaría la condena de Israel. Prefería condenarse él. Jesús sí que fue condenado en nuestro lugar. Jonás no pudo poner su vida para salvar a su pueblo, pero Jesús sí, por ser el único sustituto posible.
Copyright © 2023 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.