“Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora” (Juan 2:3,4).
Lectura: Juan 2:1-5.
Versículos que hablan de su hora:
Jesús no vino a este mundo con una agenda fija en la cabeza con un horario de todo lo que tenía que hacer y cuándo, sino que vivía por fe, como nosotros. Sabía cuándo tenía que hacer una cosa meditando en las Escrituras y en comunión con su Padre en oración. El Espíritu lo iba guiando, paso tras paso y Él iba obedeciendo en la medida en que iba recibiendo dirección.
Pasó treinta años esperando la señal para empezar su ministerio público. Cuando oyó a Juan el Bautista anunciando la llegada del reino de Dios sabía que esta hora ya había llegado. María había estado esperando esta hora también. Así que en las bodas de Caná ella le puso en un aprieto. Jesús le dijo que aún no había venido su hora (Juan 2:4) pero hizo el milagro. ¿Cómo se entiende esto? ¿A qué hora se refiere? La hora que María esperaba, la de empezar su reinado.
“Y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo aún no ha llegado, más vuestro tiempo siempre está presto” (Juan 7:3-6). Sus hermanos se burlan de él diciendo que se dé a conocer al mundo. Les contesta que todavía no. Aún tienen que pasar muchas cosas antes de que venga su reinado universal.
Unos griegos querían verle, pero Él no sería asequible a los gentiles hasta que fuese crucificado. Entonces los gentiles se podían incorporar a su reino: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:23, 24).
Jesús supo cuándo llegó su hora para ser ofrecido: “Ahora está turbada mi alma; ¿y que diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre” (Jn. 12:27, 28). “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Jn. 13:1). “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti” (Jn. 17:1).
Jesús sabía que no podía empezar a reinar hasta que la Iglesia no hubiera sido completada con judíos y gentiles de todo el mundo regenerados por obra del Espíritu Santo: “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (Hechos 1:6). Pero no sabía cuándo esta hora sería: “Y estando sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?… Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (Mat. 24:3, 36). Él sigue esperando aquella hora.
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