JESÚS TE DICE: “VEN”

“Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús” (Mateo 14:29).
 
Lectura: Mateo 14:22-33.
 
            El propósito de andar sobre las aguas no es el de no hundirnos, sino el de llegar a Jesús. No estamos luchando para soportar las pruebas y manteneros firmes en la fe, sino para estar al lado de Jesús. Jesús es la meta, en todo momento. La meta no es estar bien espiritualmente. Esta es una meta egoísta. La meta está fuera de mí. Es Jesús.
 
Dios ha decidido que mi camino a Jesús atraviese una serie de olas formidables. Son peores que montañas. Son problemas tan grandes que acabarían conmigo en un momento, si dejara de obedecer el mandato de Jesús: “Ven”. No son ficticias, son reales. Lo que yo temo es un auténtico problema. Si empiezo a calcular lo que me podría pasar, me hundo. Es Jesús quien me ha llamado a caminar precisamente sobre estas olas. Son de su providencia. Dios me ha puesto en este mar turbulento con cada una de las olas que viene hacia mí y Jesús me ha mandado caminar sobre estas olas.
 
“Padre amado, cada una de ellas podría ahogarme, y vienen una tras otra. Gracias que Jesús viene deslumbrante, resplandeciente, porque así lo puedo ver claramente en la oscuridad. No voy a pensar en lo que me podría pasar, sólo voy a pensar que cada paso me acerca más a Jesús. Él me está mirando y ve cómo voy. Su mirada es un poderoso imán que me impulsa hacia Él. Él está caminando sobre estas mismas olas para llegar a mí. Empezó su caminata cuando yo todavía estaba en la barca. Estoy más segura obedeciéndole y caminando hacia Él de lo que estaba en la barca. Si no hubiese sido tan atrevida nunca habría emprendido esta aventura. Yo quise ir y tú me mandaste ir, y las dos cosas coincidieron. Yo creía que sería emocionante, pero tú sabías que sería peligroso, porque lo podría hacer, y la verdad es que lo hice, por un tiempo, pero dudé. “¡Señor, sálvame!”. Empecé con la motivación de llegar a ti, pero quité la vista de ti y miré las olas. Casi había llegado a ti. ¡Estaba tan cerca que solo tuviste que extender tu mano para sacarme del abismo! ¡No voy a hundirme a dos metros de distancia de ti! ¡Sería ridículo! Estaba más cerca de lo que pensaba”.
 
“Y cuando ellos subieron a la barca, se calmó el viento” (14:32). “Padre, en esto veo dos cosas. Después de sacar a Pedro del agua, cogido de la mano de Jesús él volvió a andar sobre las olas. Las olas no cambiaron cuando andaba con Jesús. Todavía eran espantosas, pero pudo andar cogido de su mano. La vista nuestra falla, pero cogidos de la mano del Señor estamos seguros. Y la otra cosa que veo es que Jesús tenía la intención todo el rato de llegar a la barca con los demás discípulos y hacer que llegasen con bien a la orilla. Si Pedro no hubiese salido de la barca, todavía habría estado seguro en ella. Fue su osadía la que lo metió en un desafío que superó su fe, pero tú lo rescataste. Estamos bien caminando sobre las olas fijando nuestros ojos en ti, estamos bien caminando sobre el mar tempestuoso cogidos de tu mano, y estamos bien en la barca esperando tu llegada. Únicamente no estamos bien cuando miramos las olas. Amén”.

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