EL ENGAÑO DE LAS RIQUEZAS (2)

“Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Marcos 4:18-19).
 
Lectura: Marcos 4:14-20.
 
El engaño de la riqueza es muy poderoso, más poderoso de lo que pensamos. El mundo entero está bajo este engaño, y, tristemente, muchos creyentes también. El engaño consiste en confundir la prosperidad material con la prosperidad espiritual. La iglesia entera de Laodicea estaba bajo este engaño. El Señor Jesús les dijo: “Porque tú dices: yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apoc. 3:17). Los miembros de esta iglesia estaban cómodos. Tenían todo lo que necesitaban. Estaban bien situados en la vida. No pasaban hambre. Tenían salud. Su doctrina era correcta. Cantarían sus himnos con alegría. ¿Qué más necesitaban? Tenían de todo, ¡menos la comunión con el Señor! Él estaba fuera de la iglesia llamando a la puerta a ver si le dejaban entrar: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apoc, 3:20). El Señor está deseando tener comunión con ellos, y hace personal la llamada, para que algunos, al menos, se arrepientan y lo admitan.
 
El Señor le dice a esta iglesia: “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas” (Ap. 3:18). El Señor da la verdadera riqueza. Sus riquezas han pasado por el fuego y han sido refinadas. ¿Nuestro dinero ha sido purificado? ¿Está consagrado? ¿O está contaminado por los valores de este mundo? ¿Estamos satisfechos con nuestro vestuario mundano, o estamos vestidos con su justicia en un mundo injusto? ¿Nuestros ojos están sanos? ¿Vemos el mundo por la perspectiva de Dios, o lo vemos como los demás?
 
El mundo gira alrededor del dinero. ¿Y nosotros? ¿Somos como los demás, o hemos sido liberados? “Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos” (Hageo 2:8). “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre” (Juan 6:27). ¿Trabajamos para comer, o para las cosas que pertenecen a la vida eterna? Si buscamos primero el reino de Dios y su justicia, Dios suplirá nuestras necesidades económicas (Mat. 6:33). Si trabajamos para ganar dinero, nuestro dinero perecerá con nosotros, porque el dinero no puede comprar las cosas de Dios, como bien dijo Pedro a Simón el mago: “Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero” (Hechos 8:20). Él estaba bajo el engaño del dinero: “Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Lu. 12:21). Queremos salir de este engaño y ser ricos para con Dios.

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