LA MEZCLA DE DIOS Y EL MUNDO[1]

“Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego. Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos de Jehová serán multiplicados” (Isaías 66:15, 16).
 
Lectura: Isaías 66:17, 18.
 
            Ya llegando al final del libro de Isaías tenemos los cielos nuevos y tierra nueva seguidos por los juicios de Dios. Muy apropiado. Los últimos versículos del libro hablan de creyentes de todo el mundo que se añadirán al pueblo de Dios, y de cómo todos juntos adoraremos al Señor, pensamiento hermoso, pero termina con este pensamiento escalofriante: “los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará”, la misma advertencia que hemos oído muchas veces en labios del Señor Jesús.
 
            ¿Quiénes son, pues, los que se condenan? Los versículos 17 y 18 hablan de ellos: “Los que se santifican y los que se purifican en los huertos, unos tras otros, los que comen carne de cerdo y abominación y ratón, juntamente serán talados, dice Jehová, porque yo conozco sus obras y sus pensamientos”. En el contexto del Antiguo Testamento, dirigido a los que pretenden ser pueblo de Dios, son los judíos que hacen una mezcla de las prácticas que Dios ha mandado y las prácticas del paganismo. Estas costumbres extrañas que salen aquí formaban parte del culto a los ídolos. Los judíos tenían que santificarse por lo mandado de Dios en el Templo de Jerusalén, y no por ritos paganos a los ídolos realizados en los huertos. En el Nuevo Testamento los que se condenan son los que hacen estas cosas, aunque profesan fe: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, no los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Cor. 6:9, 10). Nunca está de más repetir esta advertencia, porque muchos yerran y piensan que sí, que Dios en su misericordia perdonará a todos los que profesan fe en Cristo, no importa lo que hacen. Pablo dice que no.  
 
            Volviendo a la advertencia de Isaías, que está dirigida a judíos, sale con mucha claridad que los que mezclan la fe en Dios con las cosas del paganismo, no se salvan. En el texto de Pablo, que está dirigido a la iglesia, vemos que los que mezclan la vida cristiana con la vida mundana no se salvan. Los apartados son apóstatas, y no se salvan. Solo se salvan los que están en Cristo, viviendo una vida que lo confirma. Que seamos fieles en compartir esta advertencia con todos los que lo necesitan en los círculos donde nos movemos, y que Dios les conceda el arrepentimiento genuino que conduce a la vida.   


[1] Basado en el estudio expositivo de David Burt, 13/06/23

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