VER A DIOS EN LA PRUEBA (2)

 “Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón” (Deut. 8:2).
 
Lectura: Santiago 1:2-4.
 
En medio de la prueba mi oración sería:
 
“Señor, mi alma te alaba y te bendice por todos esos años que tú me has permitido disfrutar de esta cosa o persona tan preciosa a la que amo. Soy consciente de que esta cosa o persona no es mía, sino que es tuya, como todo lo que tengo y todo lo que soy. Señor, te doy gracias porque me das el privilegio de disfrutar de ella. Ahora en este momento tan complicado reconozco que esta cosa o persona es tuya. Yo no sé lo que he de hacer. Te ruego, Padre mío, que tú me des la sabiduría y el entendimiento que necesito, que tú alumbres mi camino, que tú abras la puerta para que yo pueda ver claramente qué es lo que quieres que haga en ese momento para que no sea engañado por mí mismo y caiga en error. Nada es mío. Sin nada he venido a este mundo y todo lo que tengo he recibido por tu gracia. Tú velas por esta cosa o por esta persona que me preocupa, porque es tuya, y yo solamente espero en ti, en tu dirección. En estos momentos en los que estás permitiendo que pase, te pido que muevas los corazones y las circunstancias en todo lo que considero injusto, pues es obra del hombre. Mis ojos están puestos en ti, y mi seguridad descansa en ti. Señor, estoy confiado en que tú harás como siempre has hecho: me darás la luz, abrirás los recursos, abrirás las puertas y veré por dónde caminar y por dónde he de seguir, y me mostrarás lo que tengo que hacer en esas circunstancias tan complicadas.
 
Quiero alabarte y bendecirte por el privilegio tan grande que tengo de poder servirte. Bendito seas tú, porque todo lo que tú haces es perfecto, porque es motivado por tu gran amor para con tus hijos. No te equivocas nunca. Siempre haces lo que es lo mejor para darte gloria en toda circunstancia, como corresponde. Mi vida es tuya, porque la has comprado por un precio muy alto, con tu propia sangre. Señor, solo resta alabarte, bendecirte y esperar en ti para ver tu salvación una vez más en esta situación. Gracias, Señor. Todo está puesto en tus manos y ahora confío y descanso en ti, con gozo en mi corazón, sin turbarme, sin miedo y sin temor. Estoy descansando y esperando solamente en ti, porque todo procede de ti, todo es para ti, todo es por medio de ti, y, por lo tanto, a ti será toda la gloria. Amén.

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