ASIDO POR JESÚS (3)

“Pero al ver el fuerte viento, tuyo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mateo 14:30, 31).

Lectura: Mateo 14:22-33.

            Este relato de Pedro caminando sobre las aguas tiene mucho que enseñarnos. Ya hemos visto que hay tres maneras de estar con Jesús:

  1. Caminar sobre el agua para llegar a Él con los ojos clavados en Él en todo momento para no hundirte. Esto requiere mucha fe, fe que rehúsa mirar las olas, fe que es capaz de esperar milagros, fe que cuenta con que el Señor guardará su Palabra, y, como ha dicho: “Ven”, Él hará que llegues. Su mandato contiene en sí el poder para cumplirlo.  
  2. Caminar asidos de la mano de Él. Esta es la manera más segura. Jesús asió de Pedro. Esto no falla. No dependía de la capacidad de Pedro de mantener agarrada la mano de Jesús, sino del poder de Jesús a tenerlo cogido a él. Asido de Pedro Jesús entró en la barca y Pedro con Él. El texto no dice que Jesús llevó a Pedro en brazos. Es difícil imaginar que Jesús hiciera tal cosa. Él capacitó a Pedro a caminar sobre las olas cogido a Él. El agarre de Jesús es muy fuerte. Nadie se escapa de su mano.
  3. Seguir remando hasta llegar al otro lado del lago y encontrarlo en la otra ribera, porque había dicho que entrasen en la barca para ir delante de Él a la otra ribera. No había dicho nada de morir ahogados y encontrarlo en el Cielo. Había dicho que iban a llegar al otro lado, así que los discípulos sabían que iban a llegar con bien al otro lado. La cuestión era seguir remando con fe en que iban a llegar, porque esto es lo que Él dijo.

En el peor de los casos, podrían quedarse quietos en la barca esperando a que Él llegase. Cuando Jesús nos manda hacer algo, nos ayuda a hacerlo. Cuando Jesús se iba acercando a los discípulos caminando sobre el agua, parecía que iba directamente a la otra ribera y que iba a pasar de largo la barca, pero cuando vio en qué condición estaban, cambió de rumbo, ayudó a Pedro, y luego se metió en la barca con todos y calmó el viento. El Señor ve cómo vamos progresando en lo que nos ha mandado hacer, y si necesitamos ayuda extra, nos la proporciona.

Parece ser que el enemigo tenía la intención de ahogar a los discípulos, pero él no sale mencionado en la historia. El protagonista todo el rato es Jesús. Hemos de fijarnos en Él, no en el enemigo y lo que pretende y lo que hace, sino en Jesús. Se fue superando todo obstáculo, guardando su Palabra, fuerte en fe, y enseñando a los discípulos a serlo también. No es ningún fantasma lo que se nos acerca, sino nuestro amado Señor.

Y, finalmente, nos encontraremos con el Señor en la otra ribera, al final de nuestra travesía del mar de la muerte, y llegaremos con bien, sanos y salvos, porque Jesús nos lo ha dicho.

 

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