“Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado: permaneced en mi amor” (Juan 15: 9).
Lectura: Juan 15:9-17.
En el Padre hay amor; en el mundo hay odio. En este capítulo está contrastado el ámbito del Reino de Dios con el ámbito del mundo. En el Reino de Dios el aire que se respira es el amor de Dios. Da vigor y energía. Motiva. En el mundo el aire está contaminado con el odio. Es sofocante. Resta de nuestras fuerzas. Incomoda. Jesús estaba fundando un reino basado en el amor. En este pasaje sale la palabra amor nueve veces. Fuera del reino de Dios no hay amor. Hay competición, codicia, ambición egoísmo, engaño, inconsideración, descalificación, traición, desprecio, y sexo sin amor. Se utiliza a la otra persona para fines personales. En el pasaje siguiente que habla del mundo sale la palabra odio (aborrecer) siete veces. El contraste entre los dos reinos es muy grande.
El amor:
“Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado: permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Esto os mando: Que os améis unos a otros” (Juan 15: 9-17).
El odio.
“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre. Pero es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me aborrecieron” (Juan 15:18-25).
Nuestra experiencia:
El Señor Jesús estaba preparando a sus discípulos para su salida de este mundo y la recepción tan mala que iban a recibir del mundo cuando saliesen a predicar el evangelio. Él no iba estar para amarlos y consolarlos. En su lugar les dejaba el amor del Padre y el consuelo del Espíritu Santo. Cuando una persona nos rechaza por nuestra fe en Cristo y nuestras convicciones, es porque antes ha rechazado a Dios. Para no sentirnos solos en el mundo, y despreciables, necesitamos fuertes vínculos en una comunidad de amor, y esta es la iglesia. Y más allá de esto, necesitamos estar viviendo en el consuelo del Espíritu Santo y el amor del Padre, sintiéndonos amados y valorados por Él. Dios es amor y, sintiéndonos amados por Él, lo tenemos todo. Podemos seguir testificando en un mundo hostil.
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