“He aquí que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia” (Nehemías 9:36, 37).
Lectura: Neh. 9:38-10:1, 28, 29.
Nehemías terminó su oración, angustiado, pero no lo dejó allí. Ya que ha confesado el pecado de todo el pueblo, hay que rectificar. No vale solo confesar el pecado. Hay que tomar la decisión y comprometerse a hacer los cambios necesarios: “A causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel promesa, y la escribimos, firmada por nuestros príncipes, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes” (9:38). ¡Qué buen liderazgo tuvo el pueblo! Los que firmaron fueron: Nehemías el gobernador, hijo de Hacalías, y Sedequías, y docenas de otros. ¡Notamos el primero que firmó! ¿A qué se comprometieron?
- Que andarían en la ley de Dios.
- Que no darían sus hijas en matrimonio a los pueblos de la tierra, ni tomarían sus hijas para sus hijos.
- Que no venderían ni comprarían en el día de reposo.
- Que dejarían descansar la tierra el séptimo año y remitirían toda deuda.
- Que ofrendarían a la obra de la Casa de Dios.
- Traerían leña a la Casa de Dios para los sacrificios.
- Traerían las primicias de la tierra cada año a la Casa de Dios como está escrito en la ley.
- Traerían los primogénitos de sus hijos, de sus ganados, de su grano, del fruto de sus árboles, y el diezmo de la ganancia de sus tierras a la Casa de Dios para que los sacerdotes lo administrasen.
- No abandonarían la casa de su Dios.
De acuerdo con lo que estamos leyendo de la reforma en Israel, sería de ayuda para nosotros hacer algo semejante. Si hemos estado viviendo en el mundo, como la gente del mundo, y hemos vuelto a Dios, ¿a qué nos comprometemos? Hace falta ponerse delante de Dios y pensar en cómo vas a cambiar.
- ¿Qué es lo que voy a dejar de hacer?
- ¿Cómo van a cambiar mis hábitos de comer? ¿Qué cosas no voy a beber?
- ¿Qué amistades tendré que dejar?
- ¿Qué sitios no voy a frecuentar?
- ¿Cómo va a cambiar mi manera de vestir?
- ¿Cómo cambiará mi vocabulario?
- ¿Cómo voy a administrar mi dinero ahora?
- ¿Qué cambios habrá con el uso del móvil, del ordenador, de la televisión?
- ¿Cómo cambiará mi relación con la iglesia? ¿A qué cultos voy a asistir?
- ¿Cómo voy a servir? ¿En qué cosas puedo ayudar?
- ¿Cómo voy a dar testimonio en el trabajo? ¿En el barrio?
- ¿Cómo organizaré mi tiempo devocional de meditación en las Escrituras y oración cada día?
Después de pensar en todo esto, para seguir el ejemplo de Esdras, puedo poner por escrito mis respuestas a estas y otras preguntas que me haré, y luego firmarlo como compromiso solemne delante de Dios. Sería muy hermoso y muy práctico.
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