¿QUIÉN ES ÉL?

 

“Un gran profeta se ha levantado entre nosotros” (Lucas 7:16).
 
Lectura: Lucas 7:11-17.
 
Cuando Jesús paró el cortejo fúnebre y levantó de la muerte al hijo de la viuda de Naín, la gente se maravilló: “y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo”, pero se quedaron muy cortos al entender quién era Jesús. Él es mucho más que un gran profeta. Juan el Bautista en su hora de prueba preguntó a Jesús: “¿Eres el que había de venir, o esperamos a otro?” (Lu. 7:19). Dudaba de la identidad de Jesús porque Dios no le reveló que tenían que esperar dos venidas. La mujer samaritana estaba intentando identificar a Jesús. Ella le preguntó: “¿Acaso eres mayor que nuestro padre Jacob?” (Juan 4:12). Sí, Él es mayor que los patriarcas. Después dijo: “Señor, me parece que tú eres profeta (Juan 4:19). Finalmente dijo: “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo” (Juan 4: 25). Dio con el blanco sin darse cuenta. Jesús le dijo: “Yo soy, el que habla contigo” (Juan 4:26). ¡Ella lo supo antes que los discípulos!
 
Cuando Jesús calmó la tempestad, Pedro pregunto: “¿Quién es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?” (Mateo 8:27). No fue muy evidente al principio. Los discípulos tardaron en saber quién era Jesús. El Señor da unas pistas en cuanto a su identidad en este discurso: Uno mayor que el templo está aquí… Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar” (Mat. 12:6, 41, 42). Jesús es mayor que el templo, es decir, mayor que el sistema religioso; es mayor que Jonás, es decir, mayor que los profetas; es mayor que Salomón, es decir, mayor que los reyes.
 
Jesús, después de un año y medio de convivencia, preguntó a sus discípulos si habían entendido quién era Él: “Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mat. 16:15-17). Ante la tumba de Lázaro, Marta confesó la misma verdad: “Yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (Juan 11:27). El Padre con cariño revela a su Hijo a los que quieren conocerlo.
 
Pocos días después, el sumo sacerdote preguntó a Jesús bajo juramento quién era Él: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (Mat. 26:63, 64). Caifás entendió perfectamente que Jesús pretendió ser igual a Dios, pero no lo creyó. Lo condenó por blasfemo. Los que lo buscaban y lo amaban y lo seguían entendieron quién es Jesús y fueron salvos. Sus enemigos lo sabían, pero no querían creer. Pasaron a la condenación con este conocimiento para luego enfrentarlo como su Juez. Los que creyeron en Él lo confesarán como su Señor y su Dios (Juan 20:28).

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