“Ester dijo que respondiesen a Mardoqueo: Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí, y no comáis ni bebáis en tres días, noche y día; yo también con mis doncellas ayunaré igualmente, y entonces entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca” (Ester 4:15, 16).
Lectura: Ester: 7:3, 4 y 8:3-6.
La mujer que hemos escogido como mujer virtuosa en la sociedad es Ester quien puso su vida por su pueblo. Su intercesión resultó en benefició de toda la sociedad judía, no solo en una ocasión puntual, sino durante generaciones, y para siempre.
¿Cómo pudo ser de influencia para el Señor en la sociedad una mujer que no era nadie, siendo pobre, extranjera de un pueblo conquistado, huérfana y sin familia? Su llegada a la notoriedad tuvo que ver con su belleza de figura y de carácter, y por las circunstancias adversas que la gracia y soberanía de Dios planeó para su vida que le ganaron un lugar entre las posibles candidatas para ser la nueva reina de Persia. Por su humildad y obediencia a la autoridad Ester ganó el favor de todos los que la trataban, empezando con la guarda de mujeres y terminando con el rey mismo. Pues ella fue la mujer que él eligió para ser su nueva reina. Cuando Mardoqueo le dijo que no divulgasen su nacionalidad, Ester obedeció. Cuando el rey supo que ella era judía, él ya había firmado el edicto para la exterminación de este pueblo. Ester llegó a interceder dos veces más a favor de su pueblo y consiguió que los judíos tuviesen permiso para defenderse de sus enemigos cuando vinieron a destruirlos. De esta manera preservó la descendencia de Abraham para que el Mesías pudiese venir de su línea y para que Dios pudiese cumplir todas sus promesas para su pueblo, y, por extensión, a todos los cristianos.
Por medio de Ester, Mardoqueo, el que siempre había sido un padre para ella, subió al poder en el reino y ocupó el lugar del segundo en mando en todo el reino. Usó su puesto para establecer justicia en el reino de Persia y procurar la paz de su pueblo: “Porque Mardoqueo el judío fue el segundo después del rey Asuero, y grande entre los judíos, y estimado por la multitud de sus hermanos, porque procuró el bienestar de su pueblo y habló paz para todo su linaje” (Ester 10:3). Juntos los dos, Mardoqueo y Ester, consiguieron el bienestar y la paz para los judíos y para toda la sociedad persa.
Para nosotras la lección es: ser fieles en lo pequeño y Dios nos usará como instrumento para hacer bien a muchos en nuestra sociedad: “El que es fiel en lo poco, también será fiel en lo mucho; y el que no es fiel en lo poco, tampoco lo será en lo mucho, de modo que, si no sois fieles con las riquezas de este mundo, ¿quién os confiará la verdadera riqueza? Y si no sois fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo que os pertenece?” (Lu. 16:10-13 BLP). Ester empezó siendo fiel a su “padre” y terminó siendo de bendición para toda su sociedad y la nuestra.
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