“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor… Cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo” (Efesios 5:22, 33).
Lectura: Efesios 5:22-25.
Casos bíblicos de malos tratos:
En el caso de Abigail (1 Samuel 25), ella hacía lo prudente para el bien de su marido al margen de él. No lo consultaba cuando él no estaba sobrio. Tenía sanas relaciones con otras personas que la respetaban. Usaba su inteligencia y sus muchas capacidades para sobrevivir dentro de una situación complicada. No se sometía a la locura de su marido, sino que trabajaba en cumplimiento de su deber evitando confrontaciones. Ella no lo defendía, sino que daba la razón al que veía su mal comportamiento. Su lealtad se expresaba en salvarle la vida, no en someterse a sus locuras y sufrir las consecuencias. Ella hacía lo que estaba dentro de su alcance para hacerle bien, y Dios se encargó del resto. Cuando Dios decidió que él ya había pasado el límite, le quitó la vida.
Tenemos el caso de Sara cuando Abraham la usaba como escudo humano para salvarse la vida (Gen. 20). Ella se daba perfecta cuenta de lo que estaba pasando y colaboró con él, porque no tenía otra opción si quería salvarle la vida. ¡Ella terminó dentro del harén del rey pagano Abimelec! El caso fue de mal testimonio delante de los paganos, porque Abraham no actuó para proteger a su mujer, sino para protegerse a sí mismo, pero no tenía muchas opciones. Dios intervino, no permitió que el rey tocase a Sara, ni que tuviese un hijo con este hombre, y protegió a los dos. Abraham salió ileso y con mucho dinero, todo gracias a la intervención de Dios.
También tenemos el caso de Tamar (Gen. 38). Esta mujer fue vendida por su padre a un hombre malo. Ella no tuvo más opción que casarse con él. Dios cerró su matriz para que no tuviese ningún hijo con él y después de poco tiempo casado, Dios le quitó la vida. Después su suegro la casó con otro hombre malo y Dios también le quitó la vida sin que tuviese ningún hijo con él. Ella se encontraba viuda e indefensa, sin ninguna posibilidad de casarse. Pensó en un plan para dar hijos a la casa de su suegro, ¡teniendo relaciones con él! Entonces Dios, sí, la hizo concebir. En la única ocasión que tuviesen relaciones, tuvo gemelos, y el Señor la incorporó a su pueblo.
En estos tres casos, las mujeres se encontraban sin defensa y Dios las defendió. Dios es compasivo con la mujer que no tiene otro refugio sino a Él, y provee una vía de escapar a lo peligroso, insoportable, e injusto. En nuestras sociedades modernas, suele haber otros recursos para la mujer maltratada. En la España moderna hay mucha protección para la mujer en estas circunstancias. Lo primero que ella necesita hacer es contar lo que le está pasando a una persona adecuada, a un creyente, como puede ser una consejera de su iglesia, al pastor, o a una amiga madura, inteligente y preparada para ayudarla. ¿Qué hacemos con el texto que encabeza nuestra meditación? La intención de Dios es que la mujer se case con un hombre creyente y que ella se someta a este hombre que la ama tanto como se ama a sí mismo. Si no es el caso, hemos de buscar la solución de Dios.
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