HEMOS DE ESPERAR (2)

 

“Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” (Lucas 2:25).
 
Lectura: Lucas 2:27-32).
 
            Simón estuvo esperando. No sabemos cuántos años esperó. Lo que sabemos es que ya era muy mayor. Parecía que iba a morir sin ver al Mesías prometido, pero tenía la promesa de Dios que lo vería antes de morir. Esperó año tras año. Le dio tiempo para dudar si realmente había recibido una promesa de Dios. La espera se le habría hecho muy larga. Tenía que ahuyentar las dudas y reafirmar su fe en la promesa, pero por fin llegó el día que tanto había esperado. ¡El Espíritu Santo le presentó a Jesús!
 
Pasamos por el mismo proceso. Con la promesa viene la espera, y con la espera viene la duda, pero con la espera también viene el fortalecimiento de la fe. Y al final la paciencia ha tenido su obra perfecta (Santiago 1:4).
 
Unos versículos más acerca de la espera en Dios:
 
“Guíame en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti espero todo el día” (Salmos 25:5).
 
“Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana presentaré {mi oración} a ti, y {con ansias} esperaré” (Salmos 5:3).
 
“Nuestra alma espera al Señor; Él es nuestra ayuda y nuestro escudo” (Salmos 33:20).
 
“Espero en el Señor; {en Él} espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza” (Salmos 130:5).
 
“Pero yo pondré mis ojos en el Señor, esperaré en el Dios de mi salvación; mi Dios me oirá” (Miqueas 7:7).
 
“Aguardaré al Señor que esconde su rostro de la casa de Jacob; sí, a Él esperaré” (Isaías 8:17).
 
“El Señor es mi porción -dice mi alma- por eso en El espero. Bueno es el Señor para los que en El esperan, para el alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor” (Lamentaciones 3:24-26).
 
“Y ahora, Señor, ¿qué espero? En ti está mi esperanza” (Salmos 39:7).

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