ESTRATÉGICAMENTE UBICADOS

“Habitaron los jefes del pueblo en Jerusalén; mas el resto del pueblo echó suertes para traer uno de cada diez para que morase en Jerusalén, ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades” (Nehemías 11:1).
 
Lectura: Neh. 11:2.
 
            La vieja Jerusalén necesitaba habitantes. Cuando los exiliados volvieron a Israel, cada uno volvió a su pueblo y a su casa, o a lo que quedaba de su casa. Puede ser que pocos volvieran a Jerusalén porque la mayor parte de sus habitantes murieron en la invasión babilónica. Hacía falta más gente para que la ciudad funcionase, así que los líderes del pueblo echaron suertes para determinar quienes tenían que trasladar su residencia a la capital. Ya habían vuelto de Babilonia para reconstruir las ciudades o pueblos de sus padres y abuelos con cierta lealtad familiar, pero tener que ir a vivir en Jerusalén porque te tocó, no tenía nada sentimental para motivarte; solo el deseo de servir a Dios te llevaría a hacerlo. No hay nada sentimental en ir a vivir a una ciudad desconocida, en ruinas, con gente que no conoces, para remenear entre escombros buscando piedras adecuadas para construir una vivienda para tu familia; pero lo hicieron. Estos hermanos merecen todo nuestro respeto. Israel había quedado diezmado en la guerra; muchos quedaron en Babilonia cuando hubo la posibilidad de volver. Los pocos que volvieron lo hicieron con gran sacrificio personal. Eran ellos los que reconstruyeron el Israel al cual vino el Mesías prometido, el Señor Jesús. Sin ellos Israel habría desaparecido de la historia.     
 
            Aplicar estos principios a nuestras vidas es importante. Estamos viviendo donde vivimos para servir al Señor allí. ¡No le podemos servir donde no estamos! Dios me ha puesto en este lugar para sus propósitos. ¿Los he descubierto? Y si el Señor quiere que vaya a vivir a otro lugar que no me apetece, ¿estoy dispuesto a trasladarme? ¿Estoy dónde estoy por mis propósitos o por los del Señor? ¿Dónde puedo servirlo mejor? Si mi iglesia quiere abrir un punto de misión en otra ciudad, y si el Señor me llama a ir allí, ¿qué? Estas decisiones son muy importantes. Juegan un papel importante en nuestras vidas. Nos va a costar mucho cambiar de lugar si estamos muy agarrados a nuestra casa y a nuestros bienes materiales. Un día tendremos que hacer un traslado definitivo a la nueva Jerusalén. Tendremos que dejar absolutamente todo atrás. ¿Vivimos con esta perspectiva en mente? Hay un corito que lo expresa muy bien:
 
Este mundo no es mi hogar; solamente estoy aquí de paso.
Mis tesoros están guardados más allá del cielo azul,
Los ángeles me llaman desde la puerta abierta del cielo
Y ya no siento que este mundo es mi hogar.
 
Hay otro que dice:
 
Tengo una mansión justo al otro lado de aquella montaña
En aquella tierra hermosa donde nunca envejeceremos,
Y el día cuando esté allá, no iré vagando sin rumbo,
Sino que andaré por calles que están hechas de oro.  
 
Mientras tanto, esté donde esté, es para vivir para el Señor.

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