“Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? Y el que había sido sanado no sabía quién fuese, porque Jesús se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. Después le halló Jesús en el tiemplo. Y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor. El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado” (Juan 5:12-15).
Lectura: Juan 5:16-18.
¡Vaya qué resultado! Jesús sana a este hombre que había sido paralítico y el hombre no muestra nada de gratitud, todo lo contrario, se va y denuncia a Jesús a las autoridades por haber hecho este milagro de sanidad en el sábado. ¡Mira que le gente es ingrata! ¡Qué manera de responder a un hombre que te ha devuelto a la vida! Pasó de ser inútil a ser útil, de ser inválido a ser válido para todo en la vida. Muy desalentadora su respuesta. Jesús podía haber sacado la conclusión de que había perdido su tiempo con este hombre, que sus esfuerzos habían sido en vano, y que no logró nada. De hecho, muchos se volvieron atrás, dejaron de ser discípulos suyos y lo abandonaron. Jesús podría haber pensado que no había logrado nada. Es como nosotros pensamos cuando hemos hecho algo para alguien y no ha respondido. Pensamos que fue tiempo perdido y que no logramos nada. Pero el mismo acto de sanidad glorificó a Dios, independientemente de cómo el hombre respondió. Jesús sanó a un hombre paralítico. Esto es lo que glorificó a Dios.
Si tú te has pasado la vida ayudando a la gente, independientemente de cómo hayan respondido, esto es lo que glorifica a Dios. No debes despreciarte, deprimirte, amargarte, tener resentimiento, creer que tus esfuerzos han sido en vano, o dejar de ayudar a nadie porque la gente no suele responder con gratitud. Es fácil desanimarte si has dedicado mucho tiempo y esfuerzo para ayudar a una persona y luego desaparece de tu vida sin despedirse siquiera. Otros dejan la iglesia y nunca más vistos. Hay pastores que han pasado horas muertas ayudando a personas solo para verlos volver a sus viejas andanzas y nunca convertirse. ¿Esto significa que el ministerio de aquel pastor ha sido sin fruto? El fruto es que Dios ha sido glorificado en su amor y compasión.
Si tú tienes el don de ayudar, habrás visto a mucha gente aprovecharse de tu ayuda y, muy posiblemente, los resultados visibles han sido decepcionantes. Esto no significa que tú hayas fracasado, porque no es cierto. Tú has cumplido con tu parte; no eres responsable por la respuesta de los demás. Al final de su vida Pablo dijo: “Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia” (2 Tim. 1:15). ¡Qué fuerte! También dijo: “Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido…” (2 Tim. 4:10). El Señor Jesús oyó cómo la nación que vino a salvar gritó a una voz: “Crucifícale”. No estamos sirviendo a la gente por los resultados, sino porque Dios ha puesto en nuestro corazón el hacerlo, y esto es lo que glorifica a Dios, que tiene siervos leales que ponen sus vidas por los demás porque lo aman. No mide tu ministerio por los resultados, sino por la calidad de tu corazón, y si está lleno de amor por la gente, esto es para la gloria de Dios. Jesús tuvo un corazón hermoso y aquellos a los que vino a servir lo crucificaron, y Él es nuestro modelo.
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