EL VELO RASGADO

    

“Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron” (Mateo 27:50-52).

Lectura: Mateo 27:51-54.

Cuando Jesús murió Dios hizo tres cosas cargadas de significado que explican simbólicamente lo que Jesús llevó a cabo con su muerte y resurrección:

  1. El velo del Templo fue rasgado de arriba abajo.
  2. Hubo un terremoto.
  3. Las tumbas fueron abiertas y resucitaron muchos santos.

La primera señal significa que el acceso al Lugar Santísimo, a la misma presencia de Dios, está abierto. Recordaremos que la presencia de Dios en la tierra estaba ubicada precisamente en el Lugar Santísimo del Templo, sobre el propiciatorio, y que la única persona que tenía acceso a este sagrado lugar era el sumo sacerdote una vez al año cuando entraba con la sangre del altar donde el animal era sacrificado para aplacar la ira de Dios, pagar por el pecado del pueblo, y conseguir perdón y paz con Dios. Ahora, debido al sacrificio del Cordero de Dios, el precio de nuestro pecado está pagado para siempre, no hay más separación de Dios, y todo creyente en el Señor Jesús ha sido limpiado definitivamente de su pecado y hecho apto para entrar en la presencia de Dios siempre que quiera y morar en ella siempre que permanezca en Cristo.

La segunda señal, el terremoto, significa juicio. El juicio de Dios sobre el pecado ha sido efectuado. El creyente en Cristo nunca tiene que temer el juicio de Dios, porque su pecado ya ha sido juzgado y enjuiciado en Cristo. La totalidad de la ira de Dios ha caído sobre su Sustituto. Ya no hay más condenación para los que están en Cristo.

La tercera señal, la resurrección de algunos santos que habían muerto, simboliza la resurrección de todo creyente en el día final. “Se abrieron los sepulcros,  muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (27:52, 53). La muerte de Jesús en nuestro lugar no solo consiguió el perdón de nuestro pecado y la salvación de la condenación eterna en el infierno; también significa que resucitaremos para vivir eternamente con Cristo en su reino.

Juntos, estos tres símbolos significan pleno acceso a Dios eternamente en su reino donde viviremos libres de pecado para siempre con un nuevo cuerpo que nunca morirá. La muerte de Cristo fue la victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo, los tres enemigos del hombre, y nos consiguió un lugar en el reino de Dios eternamente.     

     

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