“Entonces se quitó ella los vestidos de su viudez, y se cubrió con un velo, y se arrebozó, y se puso a la entrada de Enaim junto al camino de Timnat; porque veía que había crecido Sela, y ella no era dada a él por mujer” (Génesis 38:14).
Lectura: Salmo 123:1-4.
Vamos a mirar a tres mujeres que tomaron una iniciativa crucial en momentos puntuales de crisis; tomaron decisiones que cambiaron el curso de sus vidas.
Tamar estaba en una situación imposible. No podía continuar en ella. No podía quedarse para siempre en casa de sus padres donde su suegro la había relegado para quitarse de encima su responsabilidad para con ella. Pertenecía a la familia de Judá, pero no podía volver allí. Estaba en tierra de nadie con ningún futuro por delante. Alguien le dijo: “He aquí que tu suegro sube a Timnat a trasquilar sus ovejas” (38:13). ¿Por qué se lo dijo? ¿Quién fue el que lo dijo? No sabemos. Pero ella vio que ahora, o nunca. Elaboró un plan y tomó la iniciativa que cambió su vida.
Rut decidió volver a Belén con su suegra. Iba trabajando como espigadora, pero no tenía casa. Ningún futuro se abría delante de ella. No podía trabajar de espigadora en invierno, ni para el resto de su vida. Había dos posibles redentores en el pueblo que podían casarse con ella y darle un hijo que heredaría las tierras y los bienes de su marido difunto, pero ninguno de ellos tomó ninguna iniciativa. Así que la tomó ella, siguiendo la sugerencia de su suegra quien le dijo: “Báñate y perfúmate, y ponte tu mejor ropa. Baja luego a la era…” (Rut 3:3, NVI). Rut tomó la decisión que cambió su vida. Se espabiló, bajó a la era y se ofreció a Booz de acuerdo con la ley del levirato. Cuando él comprendió que ella estaba dispuesta, hizo lo necesario para poder casarse con ella y así pasaron a ella, y a Noemí indirectamente, los bienes de Quilión y las riquezas de Booz, provisión para ellas para el resto de sus vidas, y para generaciones futuras.
Ester ya estaba casada cuando se presentó una situación trágica: ella y su pueblo iban a ser masacrados. Ella podía esperar el día fatídico llorando, sin hacer nada, o podía tomar la iniciativa y hacer lo que Mardoqueo le dijo: “que se presentara ante el rey para implorar clemencia e interceder en favor de su pueblo” (Ester 4:8). Ester decidió tomar la iniciativa que o bien salvaría su vida y la de su pueblo, o bien precipitaría su muerte. Elaboró un plan y se presentó delante del rey para interceder a favor de su pueblo: “Entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca” (Ester 4:16). Ejecutó una serie de maniobras y consiguió que su pueblo fuese librado del exterminio y su vida salvada. Como consecuencia su pueblo vivió en paz muchos años.
Son tres mujeres extraordinarias que se encontraron en situaciones desesperadas y actuaron con valentía, ejecutando un plan bien pensado para preservar sus vidas. Beneficiaron no solo a ellas mismas, sino a otros muchos. Su actuación cambió todo. Fue el punto de inflexión de sus vidas. En los tres casos tuvo que ver con su papel como mujeres. La mujer creyente no se resigna a su suerte, esperando lo peor, sino que actúa, y Dios hace el resto.
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