LA FE Y LA PALABRA PARA NO DESESPERARSE (4)

    

“Mirad a las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis” (Habacuc 1:5).
 
Lectura: Hab. 1:6-11.
 
            Habacuc estaba consternado porque Dios estaba permitiendo tanto pecado en Israel y no hacía nada para traer avivamiento. Le parecía fuera de lugar que Dios permitiese tanto mal. Oró al Señor preguntándole qué hacía. Luego Dios le contestó (1:5-11). Si leemos cuidadosamente la respuesta de Dios, no dice en tantas palabras que Babilonia iba a invadir a Israel. Esto es lo que Habacuc supone, y acertó: “Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar” (1:12).
 
Pensemos un momento. Si Habacuc hubiese derramado su alma delante de Dios acerca de cómo se encontraba Israel espiritualmente, y si Dios no le hubiese dicho nada, si hubiese respondido con silencio y luego le hubiese enviado a los babilonios para matarlos, creo que habría sido una prueba demasiado grande para la fe de nadie, incluyendo al profeta. Pero Dios le contestó. No le dijo lo que quería oír, pero le dijo a qué atenerse. Y luego lo animó a tener fe: “El justo por su fe vivirá” (2:4). La fe es posible porque Dios nos habla. Si no nos dice nada y luego pasa algo que no esperamos en absoluto y no estamos preparados para recibirlo, esta es la prueba más grande que alguien pueda pasar. Dios solo da esta clase de prueba a una persona con una fe gigantesca, como Job. Y a Job también lo habría tumbado si no hubiese sido por la intervención de Dios al final.
 
Para no desesperarnos, para no pensar que Dios es injusto, tenemos que conocerlo, como el profeta lo conocía: “¡Tú, Señor, existes desde la eternidad! ¡Tú mi santo Dios, eres inmortal! Tú, Señor, los has puesto para hacer justicia; tú, mi Roca, los has puesto para ejecutar tu castigo” (1:12, NVI). Sabía que Dios es eterno, santo y justo en todo lo que hace. Nuestra fe descansa en el carácter de Dios. Hay que conocerlo, personal e íntimamente. Viendo cómo es, tenemos fe en Él.
 
Oh, para una fe que no retroceda, aunque oprimido por muchos adversarios.
Una fe que no se ponga a temblar al borde de la pobreza o la aflicción;
 
Que no murmure ni se queje bajo la vara castigadora,
Sino que en la hora de duelo o de dolor pueda apoyarse en su Dios.
 
Una fe que brille más intensamente cuando la tempestad ruge por fuera,
Que cuando en peligro no conoce el temor y en tinieblas no siente la duda.
 
Una fe que guarde el camino hasta que haya pasado la última hora de la vida,
Y que con una luz pura y celestial alumbre el lecho de la muerte.
 
Señor, dame una fe tal como esta, y entonces, venga lo que venga,
Saboreo aun ahora la bienaventuranza sagrada de mi hogar eterno. Amén.
 
                                                                                  William H. Bathurst, 1796-1877

     

Copyright © 2023 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.