MARDOQUEO

 

“Mardoqueo el judío fue el segundo después del rey Asuero, y grande entre los judíos, y estimado por la multitud de sus hermanos, porque procuró el bienestar de su pueblo y habló paz para todo su linaje” (Ester 10:3).
 
Lectura: Ester 10:1-3.
 
            ¿En tu entierro no te gustaría que dijesen lo mismo acerca de ti, que procuraste el bienestar y la paz del pueblo de Dios? ¡Acerca del rey Asuero solo se dice que “impuso tributo sobre la tierra y hasta las costas del mar” (10:1)! ¡Qué contraste! Uno quitaba de la gente, pero el otro daba. Y en cuanto a mí, ¿qué hago?, ¿doy bienestar y paz a mi entorno, o se lo quito?
 
            Este pequeño epílogo del libro de Ester (10:1-3) nos enseña mucho. La mayor parte del libro se centra en una acción puntual de Ester en que ella pone su vida para salvar a su pueblo del exterminio, y lo logró, pero ¿qué pasó después? Aquí lo tenemos. Los judíos vivían en bienestar y paz debido al benevolente gobierno sabio de Mardoqueo. Este hombre sí que fue grande. Vamos a considerar el calibre de su vida.
 
            Lo primero que leemos de él es que “había sido transportado de Jerusalén con los cautivos que fueron llevados con Jeconías rey de Judá, a quien hizo transportar Nabucodonosor rey de Babilonia. Y había criado a Hadasa, es decir, Ester, hija de su tío, porque era huérfana” (2:6, 7). Vivió mucha tragedia. Fue llevado a Babilonia en la primera deportación juntamente con Ezequiel después de vivir la apostasía de su pueblo en tiempos de Jeremías y el juicio de Dios sobre su nación en forma de hambre, pestilencia y muerte, incluyendo la de los padres de Ester. Habría sido un hombre bien educado y una persona de influencia en la sociedad judía para luego encontrarse reducido a prisionero de un país derrotado. Se estableció en la capital de Babilonia donde ahora lo vemos en tiempos del rey persa, Asuero.
 
            Cuando Ester fue llevada al palacio, Mardoqueo no pudo hablar directamente con ella, pero siempre permaneció leal a su “hija”. Pasaba cada día por su residencia para saber cómo la trataban (2:11). Era un hombre de una gran fe en Dios y entendimiento de los caminos del Señor. Sabía que dentro de la providencia de Dios habría un motivo por el cual Ester había sido elegida reina, aunque no lo comprendiera al principio. Le habría sido un golpe muy fuerte verla casada con un rey pagano. Sentado a la puerta del rey para ver cómo se encontraba Ester, se enteró de un complot para matar al rey y se lo hizo saber. Este momento fue clave para todo lo que sucedió después. Dios estaba coordinando todas las cosas para Sus fines.  
 
            Cuando se enteró del plan de Amán de aniquilar a todos los judíos, mostró el decreto a Ester “y le encargó que fuera ante el rey a suplicarle y a interceder delante del él por su pueblo” (4:8). Su frase famosa muestra la grandeza de su fe en Dios y su comprensión de los caminos de Dios: “No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” (4:13, 14). Está vislumbrando la mano de Dios en todo lo que ha ocurrido. Su fe brilló en el momento más oscuro de la historia de Israel. De alguna manera Dios nos salvará, y puede ser por medio de Ester. Puede ser por esto que Dios la tenga en el palacio. El resto de la historia lo conocemos. Este momento puntual de fe fue seguido por toda una vida de procurar el bien del pueblo de Dios.

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