EL ENEMIGO Y ADVERSARIO (1)

 

“Ester dijo: El enemigo y adversario es este malvado Amán” (Ester 7:6).
 
Lectura: Ester 7:1-6.
 
            Algunos creyentes se escandalizan de Ester porque no era pacifista. Denunció al enemigo del pueblo de Dios. Lo puso en evidencia, a él y el plan que había tramado para la destrucción de los judíos. Ester lo señaló con el dedo. En aquel entonces estos malvados se llamaban enemigos de los judíos. Ahora sigue habiendo personas parecidas que Satanás utiliza para la destrucción del pueblo de Dios. Pablo se refiere a ellos como “enemigos de la cruz de Cristo”. Se hallan dentro de la iglesia y hacen mucho daño a la causa de Cristo. Pueden ser personas inmorales que traman complots dentro de la misma iglesia para dividirla; o pueden ser personas ambiciosas que utilizan la iglesia para avanzarse a sí mismos; o podrían ser controladores que convierten la iglesia en una secta de propiedad personal.
 
               Vamos a mirar a algunos ejemplos. Pablo habla de un hombre inmoral en la iglesia de Corinto: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación” (1 Cor. 5:1).  El apóstol les dice: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios” (1 Cor. 5: 9). “Quitad, pues a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor. 5:13). Contaminan la iglesia. ¡Nosotros no somos tan duros como el apóstol Pablo! Les damos la bienvenida a estas personas con la asunción de que, ya que están dentro de la iglesia, han dejado su vieja vida de inmoralidad, pero siguen seduciendo y tramando planes para practicar la inmoralidad dentro de la misma iglesia, y así la contaminan. Conocimos casos así. Una mujer que estaba practicando el adulterio mientras pretendía convencer a los líderes de la iglesia que las perversas eran las mujeres que la habían descubierto, ¡y por poco lo consigue!
 
            Los hay que son ambiciosos y van maniobrando para ser importantes dentro de la iglesia. Su meta es promocionarse a sí mismos. Una vez que ascienden al poder, pueden hacer mucho daño a los verdaderos creyentes. Un tal Simón “que había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande” se bautizó y se hizo miembro de la iglesia (Hechos 8:9ss). Quería destacar dentro de la iglesia como destacaba en el mundo. Para ello quería comprar el don de Dios con dinero para hacer milagros como los apóstoles. Pedro lo denunció diciendo: “Tu dinero perezca contigo… No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios” (Hechos 8:20, 21). En la iglesia de hoy hay “trepas” que la utilizan para conseguir un nombre para sí mismos.
 
            Luego los hay que tienen el afán de controlar las vidas de los demás, convirtiendo la iglesia en propiedad personal. Les dicen a los jóvenes con quiénes se tienen que casar, deshacen matrimonios y casan a los maridos con otras esposas, dividen familias, prohíben a las mujeres jóvenes que estudien porque no permiten que la mujer trabaje fuera de casa, les dicen a las mujeres cómo tienen que vestir, e insisten en que todo el mundo haga lo que digan ellos. Llevan un control absoluto sobre la iglesia de manera que deja de ser iglesia y se convierte en secta. El señor de la iglesia es ellos. Son como Diótrefes, que le gustaba tener “el primer lugar entre ellos” (3 Juan 9, 10). Necesitamos discernimiento para reconocer a estas personas y sacarlas. Hacen mucho daño. No se debe sacrificar a toda la iglesia y dejar que ellos consigan lo que quieren.

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