“Por amor de Sion no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha… Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más Desolada; sino que serás llamada Hefzi-ba (mi deleite está en ella), porque el amor de Jehová estará en ti, y tu tierra, Beula (Desposada), y tu tierra será desposada” (Isaías 62:1, 4).
Lectura: Isaías 62:1-7.
Este hermoso pasaje profetiza el feliz futuro de Jerusalén, el destino final de todos los redimidos. El escritor de Apocalipsis termina su revelación amplificando la visión del profeta Isaías: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía; He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:1-4). Mi marido (David F. Burt) compuso el himno siguiente para dar expresión al anhelo más profundo de todo hijo de Dios:
A Sion yo pertenezco, allí mi herencia está;
El mundo no me atrae, el mundo no es mi hogar,
Jerusalén la nueva, mi patria celestial,
Es mi ciudadanía; allí mi Amado está.
Transito por el mundo, embajador de Dios,
No echo aquí raíces, pues peregrino soy.
Aquí mi estancia es breve, mi destino final
Se encuentra en mi patria, la ciudad celestial.
De Sion los habitantes hermanos míos son,
Por Cristo redimidos, el pueblo del Señor;
Linaje escogido, producto de la Cruz,
Llamado de tinieblas al reino de la luz.
Antes la Desolada, deleite ya de Dios;
Antes Desamparada, ya desposada está;
Y pronto la veremos: de Dios descenderá
Dispuesta como esposa en brazos del Señor.
A esto solo podemos responder con las palabras del Espíritu y la Esposa, del apóstol y las del mismo Señor Jesús: “El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga, Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Apoc. 22:17, 20). Amén y amén.
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