“Tuvo Faraón un sueño: Le parecía que estaba junto al río; y que del río subían siete vacas, hermosas a la vista, y muy gordas, y pacían en el prado. Y que tras ellas subían del río otras siete vacas de feo aspecto y enjutas de carne, y se pararon cerca de las vacas hermosas a la orilla del río. Y que las vacas de feo aspecto y enjutas de carne devoraban a las siete vacas hermosas y muy gordas” (Génesis 41:1-4).
Lectura: Génesis 41:25-28.
Nuestras vidas son parecidas al sueño de Faraón en que tenemos años gordos y años flacos en nuestro caminar por fe. Tenemos años de mucha prosperidad espiritual en los cuales es fácil regocijarnos en el Señor porque nuestra familia va bien, nuestros ministerios van bien, recibimos mucho en nuestro estudio de la Palabra y nuestra fe crece. Luego pueden venir años de prueba en que no entendemos bien lo que nos está pasando, ni por qué todo esto nos ha venido encima; Dios parece más lejos, nos cuesta orar y creer que Dios nos está escuchando. En estos años nuestra vida espiritual se sostiene por lo mucho que recibíamos de Dios y su Palabra durante los años gordos.
El Salmo 88 describe años flacos. La persona que escribe este salmo lo está pasando mal. Clama al Señor diciendo: “Mi alma está hastiada de males, mi vida cercana al Seol. Soy contado entre los que descienden al sepulcro; soy como hombre sin fuerza… Me has puesto en el hoyo profundo, en tinieblas, en lugares profundos. Sobre mí reposa tu ira, y me has afligido con todas tus ondas. Has alejado de mí mis conocidos; me has puesto por abominación a ellos; encerrado estoy, y no puedo salir. Mis ojos enfermaron a causa de mi aflicción; te he llamado, oh Jehová, cada día; he extendido a ti mis manos” (Salmo 88:3-9).
El que lo escribe se siente solo, abandonado por todos, incluyendo a Dios, y muy cerca de la muerte. Dice: “¿Por qué, oh Jehová desechas mi alma? ¿Por qué escondes de mí tu rostro?” (88:14). Si fuésemos los amigos de Job, diríamos que, a lo mejor, este hombre no es creyente, o que ha pecado. Al contrario, es profundamente creyente, y no ha pecado. No sabe por qué le ha pasado esto. ¿Tú lo entiendes? Puede ser que sí, que estés pasando por un tiempo de gran aflicción que te tiene consternado y sabes que no ha venido porque has pecado. Entonces es tiempo de vivir de lo que aprendiste de Dios en los años gordos. Estás en los años flacos como José en la cárcel de Egipto, lejos de su casa y de su familia, afligido. Allí, en la oscuridad total, él sabía en lo más profundo de su ser que Dios es bueno. Nada de lo que le pasaba pudo inducirlo a pensar de otra manera. Tuvo un profundo conocimiento y entendimiento de Dios, que había cultivado en sus días de sol. Ahora vivía creyendo que los sueños que Dios le había dado cuando estaba al lado de su padre, un día se iban a cumplir. Cuando no tenemos recursos espirituales, hemos de vivir de la relación que hemos cultivado con Dios durante los años gordos. Dios es el mismo que lo percibíamos ser entonces, y volverán los años de las vacas gordas; pero tú no serás el mismo, sino mucho más fuerte en fe y en conocimiento de Dios. Mientras tanto, vive agarrado a sus promesas. Se cumplirán.
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