COMPARANDO DOS HISTORIAS (2)

“Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta” (Juan 9:17).

Lectura: Juan 9:17-23.

            Seguimos con nuestro ejercicio de comparar la historia de la curación del paralítico con la del hombre que nació ciego, ahora, comprando el método de sanidad de ambos. Nos sorprende cuántas cosas tienen en común las dos sanidades y la diferencia tan grande en el resultado final.

En ambos casos Jesús les mandó a hacer algo. Los dos hombres tuvieron que obedecer, de tomar un paso que tuvo que ver con su enfermedad. El ciego tuvo que lavar sus ojos y el paralítico tuvo que usar sus piernas. En ambos casos tuvieron que participar en su sanidad. La obediencia está conectada con la fe. Jesús no nos trata como inútiles. Quiere que hagamos lo que podamos y Él hace la parte que no podemos hacer nosotros. La obediencia está relacionada con la fe. Al principio, los dos obedecieron. Al paralítico le faltaba iniciativa. Era un hombre parado, pasivo. Jesús lo hizo moverse (5:8). ¡¡Lo mandó a trabajar, cosa que no hacía, y esto a pesar de que era el sábado!! Lo mandó a ser una persona útil. En el caso del ciego, el método nos recuerda la creación. Dios nos formó del barro y Jesús formó los ojos de este hombre con el mismo método que usó en la creación (9:6): hizo lodo y creó lo que no existía. En ambos casos era un sábado. El Padre también trabaja el sábado.

  1. Su proceso de conocer a Jesús.

En ambos casos fue un proceso que tuvo varios pasos. Esto dio a los dos el tiempo para pensar, para hablar con otras personas, sacar conclusiones y tomar decisiones.

El paralítico. Tres pasos:
v. 13. No sabía quién era el que lo sanó.
v. 14. Jesús lo busca; tiene un segundo encuentro con Jesús y averigua su nombre.
v. 15.  Lo traiciona a los fariseos, quienes deciden matarlo.

El ciego. 7 pasos:
v. 11. Sabía su nombre. Dijo: “Aquel hombre que se llama Jesús”.
v. 17. Su primer pensamiento fue que Jesús era profeta.
v. 25. En conversación con los fariseos dijo que no sabía si Jesús fuese pecador.
v. 31. Pensando un poco dijo que Dios lo usaba porque era temeroso de Dios y hacía su voluntad; por lo tanto, no podía ser clasificado como pecador.
v. 33. Pensando más, dijo que tenía que ser un hombre que venía de Dios.
v. 36. Jesús lo busca y tiene un segundo encuentro con él; le pregunta si cree en el Hijo de Dios. El hombre está listo para creer y pregunta quién es el Hijo de Dios.
v. 38. Cree y adora.
El ciego estaba dispuesto a pagar el precio por creer en Jesús. Por lo tanto, Jesús le dio una revelación más completa de Sí mismo. Terminó reconociendo que era Dios. El paralítico se puso de acuerdo con los fariseos, uniéndose al criterio de que Jesús era un pecador porque sanaba en el día de reposo.

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