¿QUÉ PIDE DIOS DE LA MUJER? (8)

“Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:3-5).

Lectura: Ef. 5:25-30.

Dios pide a las ancianas que enseñen a las mujeres jóvenes a ser buenas, es decir, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.  

            La Biblia usa la frase “estar sujetas” para referirse a la relación de la mujer con su marido (Ef. 5:22; Col. 3:18). La misma palabra en griego es traducida “estar sujetas” o “someterse”. Significa que esté bajo una autoridad. Es la palabra que sale en Lucas 2:51 con referencia a la relación de obediencia de Jesús con sus padres: “Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos”. Él quería quedarse más tiempo en Jerusalén en el templo, pero se sujetó a ellos y volvió a casa en obediencia a sus padres. Es una obediencia que sale de la persona que decide hacerlo; no está impuesta a la fuerza. La Biblia nunca dice que el marido tenga que someter a su esposa. En algunas culturas los maridos sujetan a sus esposas, pero no en la cristiana. La esposa libremente, de voluntad propia, hace lo que el marido pide de ella. Él no la obliga a hacerlo, ni domina sobre ella, ni se impone, ni la humilla, tratándola como a una mandada. Por amor al Señor, ella se pone bajo su autoridad y hace lo que él le pide, no como una niña a su padre, sino como una mujer adulta que decide lo que va a hacer.

            El modelo para la relación entre esposos es la relación entre Cristo y la Iglesia (Ef. 5:25-30) que tiene los componentes siguientes:

  • Cristo ama a la Iglesia con pasión, como se mostró en su pasión que culminó en la Cruz. Pone su vida por ella en una entrega total. El propósito de su vida era la salvación de los que luego formarían parte de la Iglesia. El propósito del marido es la santificación de su esposa: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla” (Ef. 5:25-26).
  • El marido cristiano ama a su esposa con un amor totalmente abnegado, no interesado y no egoísta. No piensa en su propio bien, sino en el de su esposa e hijos, si los tiene.
  • La mujer se somete libremente a su liderazgo amoroso.
  • Él la considera una parte suya, como hueso de sus huesos, y carne de su carne, y de esta manera la atiende.
  • La tiene tan cerca de sí mismo como él lo está a su propio cuerpo, y la cuida y la nutre como lo hace a su propio cuerpo.
  • Ella se somete a él como la Iglesia se somete a Cristo, porque se fía de él, lo respeta, y valora su criterio.    

Por este motivo es vital que la mujer escoja bien al hombre con quien se va a casar, porque está confiando la dirección de su vida a él. Cree que él está bajo la autoridad del Señor y que el Señor lo está dirigiendo. Confía en que el Señor la va a dirigir a ella por medio de su marido.

       
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